La pesadilla/culebrón
antes de Navidad terminó con unas decisiones tomadas que
tranquilizaron a todo el mundo pero que llegado el momento, es decir,
tres días antes y sin haber previsto despensa, seguro que a la
familia le dará por replantear. El único sabio entre nosotros,
Jeremías, ya dijo hace muchos años que él el día de Navidad es
muy mala compañía y que nunca vendrá. Ah, el bueno de Jeremías,
qué envidia le tenemos algunos y cómo lo critican otros. “Jeremías
nunca viene”. Como si eso fuera una falta capital. Cuando la abuela
ya no pudo, Navidad la organizaba mi madre, y luego mi tía y después
de volver del extranjero, yo. Pero luego me casé, y a nuestra
familia disgregada, como disgregadas son la mayoría de las familias
aunque jueguen a otra cosa, se añadieron unos suegros que, además
de separados, son de distintos países, hablan lenguas distintas,
tienen familias distintas y religiones distintas. Eso, que sería
suficiente para decir “au revoir Navidad” y explicar a mi hija
que lo que en verdad se celebra es una leyenda alrededor de poder
encender luces en los días más oscuros del año (en el hemisferio
desde el que escribo), me está volviendo loca, chat por aquí,
teléfono por allá, vacaciones que no cuadran y dinero que no
alcanza.
Buena suerte con lo
vuestro.
Festival de las luces de invierno de Japón |