Tuesday, February 27, 2007

Nota bajo la puerta (6)

Fátima atravesó ciudades y campos, en tren y en autobús, en compañía de su pequeña maleta. Una tarde azul y rosa, más de plastilina que de gas, salió de un bosque de azulejos y fue a parar a un pequeño cementerio donde se celebraba un funeral. Se acercó, no por curiosidad, sino porque le parecía que hacía mucho tiempo que no hablaba con nadie. Su presencia respetuosa no llamó la atención entre los afligidos. Sin embargo ella sí que se fijó en ellos, especialmente en la viuda, que miraba al horizonte serena, ajena a los pormenores del entierro. Y así fue como decidió que aquella sería su próxima etapa en la vida. Se quedaría en uno de estos pequeños pueblos, vestiría elegante, pero sobria, de modo que no tendría que preocuparse por estilo o moda, y contaría a todo el mundo la historia de su matrimonio y la pérdida del ser amado que aún tenía que inventar.

Con estas perspectivas de futuro y feliz de haber encontrado por fin un plan, caminó hacia el pueblo, donde buscó alojamiento en el único hostal.

Monday, February 26, 2007

Piedra número trece: “envidia”

Gina Lis abandonó el escenario arrastrando el micro tras de sí y llevándose con el cable la dignidad que se le exigía y que nunca daba. Sus cabreos eran famosos. Entre los fans, algunos la odiaban por ellos, otros la veneraban, creían que le daban carácter.

Aquella noche la banda había accedido a una entrevista en el camerino. La revista era demasiado prestigiosa como para volver a decir que no, y últimamente comenzaban a tener problemas personales (drogas, parejas, hijos y demás) que auguraban un época no demasiado fértil y un futuro un tanto incierto, de modo que un poco de publicidad gratuita no les vendría mal.

Gina recibió al periodista y su séquito en pelotas ante la cómplice impavidez del resto de la banda. Chardo, el batería, se había abierto los párpados con pinzas, a lo Naranja Mecánica, e iba llenándolos de colirio fosforescente cada vez que se quedaban secos. Sam, el guitarrista, se había encendido una vela en la cabeza y cada vez que hacía un gesto, la cera derretida se desbordaba y resbalaba por su sien, luego por su mejilla, donde se detenía y cicatrizaba. Carol, la bajista, para evitar tentaciones y ante su fama de indiscreta, se había sellado los labios con cinta aislante.

Ante tal panorama, el entrevistador, que ya venía mentalizado de que la tarea no iba a ser fácil, comenzó con un tema ligero.

Chardo… ¿Es cierto que tu apodo viene por el vino?

Chardo, en lugar de parpadear, que es lo que le hubiera salido como gesto de reflexión, abrió el colirio y se echó unas gotas.

No es un apodo dijo, mi madre era una borracha, hija de padres ricos, se emborrachaba con Chardonnay, se embarazó de mí con Chardonnay, y no estando enamorada más que del vino, pues ya ves… También quería aprovechar hoy para decir a todos aquellos que cuentan rumores sobre mi discapacidad mental, que es cierto, y recomiendo a todo el mundo que no tomen alcohol durante la gestación hizo una pausa para recolocarse una pinza, ni durante la lactancia.

El entrevistador murmuró una palabra de comprensión y evitó por todos los medios mirar al coño de Gina, aunque de soslayo veía el diseño de su pelo púbico. Su profesionalidad recibió la primera merma, incontrolable pero, aún, poco importante.

Para airearse un poco miró a Carol preparando una pregunta del tipo, “fuiste la última en llegar a la banda cuando ya todos llevaban tiempo ensayando juntos, ¿ha provocado eso que en algún momento tu aportación a los temas o tu opinión se resintiera?”. Pero Carol fumaba nerviosa un cigarrillo por un orificio nasal y echaba el humo por el otro. Le miraba fijamente con ojos grandes, azules, dilatados, le observaba con curiosidad, con ansiedad, su cuerpo entero a punto de decir algo, pero al final todo se reducía a la cinta aislante en sus labios.

Sam, en vuestros comienzos, dijiste una vez durante un concierto que la música te salía de la polla. ¿Era una metáfora?

No. La polla vibra, la tomo en mis manos, escucho lo que me dice. Luego cojo la guitarra y compongo los temas. Claro que lo que tocamos no tiene mucho que ver con mis composiciones, porque es el resultado de la interacción de todas nuestras personalidades.

Gina abrió las piernas y se acarició con suavidad el clítoris. El periodista afrontó la entrevista mirándola a los ojos.

Casi no me atrevo a preguntarte, tengo miedo de que te enfades, pero, ¿podrías contar a tus fans por qué estás siempre tan enfadada?

¿Te parezco enfadada ahora?

No.

Quizás es sólo una pose de espectáculo.

¿Lo es?

Mira mi clítoris, ¿ves lo grande que es? Mira mis tetas… Perfectas. Mi voz, un ángel. Lo tengo que disfrazar, claro, sino no sería rock… Lo que quiero decir es que desde pequeña conocí odio a mi alrededor. Nací guapa, con buena voz, con gracia. Crecí. Me sabía mover, me sabía reír, era rubia. Y para colmo: inteligente. Si hubiera sido estúpida, me hubieran odiado las mujeres, pero los hombres no. Como era inteligente, me odiaban también ellos. Para contestar a tu pregunta, la envidia me ha hecho así. Podría haberme escondido, para encontrar el amor de mis congéneres. Pero no me dio la gana.

Y mientras decía esto miró sin miedos al equipo de la revista, bien abierta, en todo su esplendor.

Saturday, February 24, 2007

Tributo V

Soy tan snob que no tengo televisión desde 1999, la última vez que fui la otra, aunque eso poco importa ahora porque ya tampoco soy esa. En aquellos días, y supongo que aún ahora, era una tele muy molona que tenía cubierta con un enorme trapo de color azul con manchas amarillas. Ahora no recuerdo si eran estrellas, lunares o chispas espontáneas, soy muy mala para los detalles. La tapaba porque me veía reflejada en ella y a veces me quedaba pillada.

Recientemente he vuelto a ver una televisión. Me ahorro el comentario.

Wednesday, February 21, 2007

Piedra número doce: “venganza”

Sonia llegó de noche. Aparcó la moto cuatro calles más allá. Caminó por su antiguo barrio. Estaba nerviosa. Siempre se ponía nerviosa cuando le tenía que ver.

Él la había invitado a cenar pero ella había declinado con una excusa de exámenes. No quería alargar el momento más de lo necesario. Lo que hoy iba a ocurrir debía ser rápido y sin errores.

Llamó al timbre. Él tardó en responder. ¿Cómo no?, pensó. Todavía, a pesar de los meses, quería hacerla sufrir. Al fin abrió la puerta. “El ascensor no funciona”, dijo por el interfono. Ocho pisos, iba a tener que subir ocho pisos a pie. Pero no importaba, no iba a mermar su determinación. Sería la última vez. Mañana despertaría con el pasado borrado y el resto de su vida por delante.

No se cruzó con nadie en su excursión por el edifico, aunque la acompañaron los sonidos y los olores que una vez fueron tan familiares.

Por fin se encontró junto a la puerta, medio abierta. Gritó un hola desde el umbral que se empeñó en que fuera jovial y que sin embargo sonó cauteloso. Otro hola llegó desde el interior, sin un ápice de simpatía.

Todo estaba igual que la última vez. Él no había hecho ningún cambio. Volvió a resentirse de tener que haber marchado ella, de no poderse llevar ninguna de las cosas que compró o construyó con tanto cariño, pues en su pobreza su habitación de ciudad era tan pequeña que apenas cabían la cama, un escritorio para niños con su diminuta silla, cuatro libros que hacían de mesita.

Salvador salió del estudio y se acercó a ella para ofrecerle un frío beso al aire, junto a la mejilla. ¿Qué tal? Bien ¿Y tú? Lo de siempre, más o menos. Tensión, ausencia de maneras. Se sentaron, uno a cada lado de la mesa. Él ofreció una cerveza. Tomaron el primer sorbo en silencio.

Sonia buscó a la gata. La llamó. Usó los trucos que siempre funcionaron, pero la gata no apareció.

Sólo cuando, tras ajustar cuentas, se iba, salió el animal de su escondite y se subió a la mesa, desde donde la observó quieta. Entonces Sonia volvió sobre sus pasos y acercó la mano en busca de la cabecita que siempre se frotaba en ella. Se llevó un buen arañazo.

Tuesday, February 20, 2007

Una nota bajo la puerta (5)

La joven extranjera salió del metro sin prisas. Para ella la calle brillaba, todo era intenso: las luces, las gentes, el movimiento. Entró en un bar a por un bocadillo. Preguntó con acento fuerte pero sin apenas errores cuál era el más típico del lugar. “Ostras rebozadas” le dijeron y eso es lo que pidió. Bocadillo en mano paseó hasta el albergue donde se hospedaba, entró en la sala de internet, descargó las fotos del día, escribió una entrada en el blog en tres idiomas, lo cual le llevaba siempre bastante tiempo y luego se trasladó al salón.

Un grupo de chicos jugaba a cartas en la mesa. En el sofá de la izquierda, tres chicas hablaban estruendosamente de aventuras que ella no había corrido nunca. Maldijo su timidez pero recordó pronto las palabras de su médico chino, durante la sesión en la que le había recomendado que viajara: “No vengas más. Te estoy cobrando un dinero que ya no te puede ayudar. Ya sabes lo que falla. Ahora depende de ti”.

Después de unos minutos solitarios en un sillón, escudada tras el volumen de Cumbres Borrascosas que había encontrado en una de las estanterías, respiró hondo, tomó fuerzas y se dirigió a la mesa donde los chicos jugaban a cartas.

Sunday, February 18, 2007

Carnaval Master Session Children Rock!

Mañana de un sábado limpio, de calles llovidas. Lorca y yo despertamos a las nueve, descansados y sin resaca. El plan es: pasar por mi casa, recoger a Merlí y, con todos nuestros instrumentos, ir a la Mansión del Juego y las Luces, a por una clase master de bajo, con jamming, comida, sobremesa y niños.

Al llegar nos recibe Peter Pan, que ya no muerde ni araña, que es comunicativa y simpática. El niño anuncia: “Jo vaig de Gorra”.

Comenzamos la clase con la pizarra de los niños, Merlí y Lorca a las guitarras, Peter Pan al bongo, El Niño de la Gorra al xilofón y featuring bass guitar players, en espejo, Acción y yo.

Antes de mediodía corre la voz por el pueblo de que se suspende la rúa, por la lluvia, y lejos de desanimarnos, decidimos continuar con la fiesta en casa, la casa de siempre, la casa de todos, de todas nuestras infancias.

En el interior de lucecitas de colores y fantasías artísticas de Acción, comemos pollo “al as” con patatas. De postre, un poco de hierba casera.

La electricidad de la tormenta hace temblar las luces de la casa, aunque quizás sean las historias de fantasmas de Acción. “A tu no et fa por?”, pregunto a Peter. “No, perquè els fantasmes no existeixen”.

Son las cuatro de la tarde y es de noche. Peter Pan quiere ver las aventuras de Bastian y Atreyu en el dvd. Las historia nos atrapa a cuentagotas, como predice el libro, hasta que al final de la peli, cuando la Emperatriz suelta sus bonitas lágrimas durante la hecatombe de la Torre de Marfil, estamos todos reunidos, la respiración contenida.

En un lecho de ciencia china yace ahora Merlí en manos de Acción, que clava agujas en su cuerpo para curarle de la mala semana y devolverle la fortaleza, mientras Peter, impaciente, comienza la sesión de maquillaje y nos persigue por la casa cargada de esprays de colores. En esas que llegan el Murciélago y Morticia. Lorca se ha transformado en un pirata psicodélico, Acción en un chamán. Yo, por más decoración que siga añadiendo, no dejo de ser una gran nariz azul.

En la pizarra, Am G y “Dream the Dream”, envueltos en hiedras y flores de tiza blanca.

Por un momento sagrado, los adultos nos quedamos quietos, callados, admirando con humildad el maravilloso mundo de los niños. Fantasía está hoy, con nosotros, a salvo.

Tuesday, February 13, 2007

Terracota


La madre se quedó sorprendida ante aquella primera palabra de su hijo de tres años, que tanto tiempo se había tomado para emitir sonido alguno. Sólo el psicólogo continuaba teniendo esperanzas en su capacidad de hablar, a pesar de que su análisis, mediante todas las técnicas conocidas, no había denotado ningún problema psicológico.

La familia pensaba que era mudo, por mucho que los médicos insistieran en que físicamente era muy capaz de hablar. Y a veces, en el rostro del niño, aparecía una mueca de diversión, incluso burla, cuando advertía en los adultos aquella concentración en su mirada, a la espera de una palabra. A tan temprana edad no eran pocos los que ya le tenían manía.

—Terracota —volvió a decir, mientras a su madre se le saltaban las lágrimas de la emoción, manejando por la autopista en hora punta.

Y como en la moraleja de Gibran, a la madre las lágrimas le impidieron ver que el sol se estrellaba contra la tierra a gran velocidad y que sus moribundos destellos de luz azotaban la ladera al otro lado del valle cuyo color, en efecto y con toda precisión, era terracota.

Monday, February 12, 2007

Pedra número onze: “Mort”

La criatura de Frankenstein volia matar perquè se sentia rebutjat. Durant el seu aprenentatge va adonar-se que només quan pogués estimar seria bo, seria social, i per això va demanar al seu creador que li’n fes una companya. El creador, a mig fer, va avortar-ne el projecte i així el monstre tornà a assassinar.

El rebuig genera odi, el rebuig provoca mort violenta i prematura.

A Budapest van dir que per primera vegada no nevava.

Avui el vent era calent i poderós, de tornado.

Els mosquits encara no han mort i els virus són més forts que el nostre sistema immunològic.

Una mort esperada, una mort vella, un alleujament del patiment, provoca el record de totes les morts passades que dolgueren en picat, desarrelant la realitat; i el neguit masoquista de totes les morts futures fa un petit pet desagradable, durador.


Wednesday, February 07, 2007

Una nota bajo la puerta (4)

El agente Santos terminó su turno. Por las calles espesas leía el vicio, el crimen. Le confortaba saber que al llegar a casa encontraría el orden, el olor a azahar, a su mujer, silenciosa y aplicada, frente al ordenador (pues le gustaba trabajar de noche), preparando la tesis doctoral.

Caminó con prisas hacia la boca del metro y con prisas bajó las escaleras. Pero al llegar al andén vio que tenía que esperar seis minutos hasta que pasara otro tren. Junto a él una joven ni fea ni guapa, bueno, más bien tirando a guapa, se hacía fotos a ella misma con una inmensa sonrisa y la placa de la parada de metro a sus espaldas. Parecía extranjera. Parecía viajar sola. Parecía feliz.

Llegó el metro cuando tocaba y el agente Santos, la joven extranjera y todos los demás se introdujeron en la cápsula. Al agente Santos le entró la claustrofobia que a veces le atacaba (por culpa de su muy desarrollado sentido del olfato) y saltó al exterior en la séptima parada, aunque no debía apearse hasta la octava. Recorrió a pie las calles que le separaban de su hogar.

Al entrar en casa todo estaba a oscuras. Su mujer no estaba. No había nota. No olía a azahar. Sin embargo, olía fuertemente a sexo.

Sunday, February 04, 2007

Si quería...

Me dijo: si quieres puedes tomar prestada mi guitarra, ya me la devolverás. O puedes quedarte a tocarla, tengo comida en la nevera. O toma el juego de más de las llaves del piso. Ven cuando quieras.

Si quería…

Sí, quería.

Hay una nueva flor. Tres poemas para las flores. Dijo mi abuela que el semiólogo considera a la comunicación una flor. Todo es culpa de Paula, que me trajo a Cortázar y sus cronopios. Solo, no tengo genio ni sentido del humor y estoy super pre-menstrual.

Romper las barreras, dijo ella. Escribir bien, dije yo. Bueno, reflexionó, una combinación de los dos.

Nunca había entrado en la Plaza Tetuán. Es la isla que siempre evito. Pero no caminaba sola, sino con Merlí. Íbamos a casa de Lorca. Extraterrestres diseccionados en documentales en blanco y negro. Los masones a la luna falsa. Tecnología precaria, el beneficio en contra de la evolución. Cuando tomábamos vino ecológico en el celler, el reloj de Estrella Galicia estaba parado en las tres menos veinte. Parece una hora sencilla e inofensiva.

Una vez esperé a una amiga que llegaba tarde, en el Paseo San Juan. Íbamos a un estudio, me haría fotos desnuda. Mi amiga está lejos, la vida es así. Pero sé que un día nos encontraremos de nuevo.

Sí, quiero. Si pudiera: reírme todos los días; todos los días reírme de mí misma. Dejar de tener prisa. Siempre tuve prisa. A veces pienso que Merlí está en mi vida para compensar mi prisa. Y Acción. ¿O era Osadía?

Jack vio en mí un vampiro. Yo vi en él al hombre lobo.

A veces me asusta mi egoísmo. Mi egoísmo es tan grande que en secreto me obligo a amar un poquito menos, para no sufrir tanto. Y a veces es así como el amor se me muere.

Si quiero aún puedo contarte más. Estoy rota, nada especial, porque sé que todos lo estamos. Echo de menos sentarme a charlar de lo rotos que estamos todos. Pero ahora ya es aburrido, porque ya sabemos de esguinces y roturas. Mírame: lo tengo todo y si algo deseo es más de lo que tengo. Codicia: mi condición humana.

Lorca se opone con caballerosidad. ¿Quién puede resistirse a la voluntad de un caballero?

Me niego a abrir la jaula de las frustraciones, envidias, celos. Hoy mismo, sin ir más lejos, podría haber sentido celos de mi hermano. Pero no fue culpa de él. Tampoco de la abuela, que ya está mayor.

Me equivoco, si quiero. Me equivoco, si puedo. Me equivoco, sin remedio. Los errores soy yo, interactuando con el resto.

Me dijo: podemos hacer de la inercia una bola de papel y lanzarla desde el balcón hacia la papelera de la calle. Canasta yo, para mi asombro.

¿Las almas hacen canastas?

Un ángel llega tiritando. Su voz castañea en el óxido de una noche de nubes quietas, nubes que recuestan a la luna, que la mecen en sus brumas. Es la noche en que busco una promesa, yo, que nunca creí en las promesas. Yo, que nunca pude prometer nada y, si lo hice, incumplí, no por olvido, sino por falta de convicción. Es el momento que rige. Ahora, hoy, esta noche, quería…

¿Cómo afrontar el futuro cuando me siento tan mezquina? Sólo la reafirmación de mi ego puede darme la estabilidad que busco en otros.