Sunday, October 25, 2015

Llegar a Texas en bicicleta


Por la tv daban los premios PP a sus mejores cargos. Ya habían galardonado a Matas y a Floriano. En cuanto bajaban del escenario, los metían bien dobladitos en una maleta. En primer plano se veía el interior de la maleta y los huecos que quedaban.

En casa, me despedía de mis amigas M, N, E y Bernadette de Big Bang Theory, que iban a intentar llegar a Texas en bicicleta. Yo no las acompañaba porque me quedaba a esperar a un técnico de telefónica, aunque lo que no teníamos era luz. Nuestro piso era lúgubre, en un edificio desolador, como el de J.F. Sebastian de Blade Runner.

El técnico llegaba, tenía prisa, no podía quedarse, me dejaba su targeta y se comprometía a volver. En la gala de la tv llegaba el turno de Albiol, que tomaba el escenario en plan divo, con camiseta rosa ajustada, unas guirnaldas, el culo de un puro en los labios y contoneándose algo afeminado al ritmo de la música (rollo Bardem en el concierto de U2). Se dirigía al público en un inglés perfecto, aunque no decía nada: people can, people must, they will not let down. Luego en catalán: perquè tots sabem, tots sabrem. Y en castellano: las cosas son como son, no hay más. Le seguían grandes ovaciones y él meneaba las caderas, altivo, coqueto, lanzaba un beso al aire. Tras abandonar el escenario, los asistentes lo doblaban con esmero, lo enrollaban en forma de tubo y lo metían en la maleta.

Ya me estaba despertando de mi propia risa, cuando las chicas regresaban empapadas: imposible llegar a Texas en bicicleta.

Monday, October 19, 2015

Prevenir la rabia


En estos días de terrible egoísmo e intransigencia, y por si poco fueran las tonterías que resuenan a nivel mediático, he sido testigo de un curioso episodio de inmersión lingüística, que bien me gustaría que el abogado de Manos Limpias analizara para iluminarnos con su habitual e incuestionable sabiduría.

Una mujer vestida “normal”, de aspecto “normal”, es decir, nada en su aspecto llamaba la atención en ningún sentido, pedía limosna a la puerta del súper con un carrito de bebé y un bebé dentro. Al entrar le he preguntado qué le hacía falta y al salir le he dado un paquete de pañales. Ya me alejaba cuando unos gritos han llamado la atención de los transeúntes. Una señora muy enojada le gritaba a la mujer (en español con acento mesetario), “¡Váyase a pedir a su país, aprovechada!”. Ignoro cuál era el motivo del enojo, pero me sorprendió que alguien mandara a su país a alguien que acababa de hablarme en catalán con acento levantino. “Però jo sóc d'aquí”, dijo la levantina. “Si fuera de aquí, no estaría por la calle pidiendo, fresca, más que fresca. ¡Búsquese trabajo!”, gritó la mesetaria. “Però és que no en trobo!”. “Porque no tiene papeles, inmigrante de mierda”. A estas alturas, la señora que gritaba ya me había pasado de largo y, a parte de su pequeña estatura y su porte exageradamente erguido, tampoco había nada en su aspecto que llamara la atención. “No tinc feina, perquè no n'hi ha”. “Mentirosa, ¡sois todos unos mentirosos!”, gritó aún desde la esquina. “I vostè és una maleducada!”.

En fin, de aquellas escenas en las que molaría intervenir, pero ¿para qué? Ya se sabe que es más seguro prevenir la rabia que curarla.

Luego vi entrar a la mesetaria enojada en un salón refinado de belleza que han plantado en medio del barrio y que venden cremas cuyos nombres no reconozco, pero una vecina me comentó que la más barata salía a 400 euros.