Wednesday, May 30, 2007

¿Para qué sirve una Hormiga?

Las hormigas han arrastrado media cáscara de nuez escaleras arriba. Eran cinco, al principio, luego llegaron tres más y comenzaron a ir más rápidas. Las miré un rato y calculé que les tomaba tres minutos y medio para cada peldaño. Me pregunto si las hormigas tienen reloj, si deben fichar, si alguien las riñe si no regresan con lo que se les encargó o si son simples exploradoras que nunca vuelven a casa vacías. A las hormigas les gusta mi cesto, suelen colarse dentro. Luego en la oficina las veo salir. Son tan rápidas, que tras una respuesta electrónica, ya han desaparecido. Fin de mayo. Se acerca el verano...

Su hatillo contenía una sola riqueza.
Su casa es el camino, madreselvas y palmeras.
No quiere riquezas, no quiere poder,
él sólo quiere ver amanecer,
tumbado en la hierba a la orilla del mar.
Si hay hombres que han consagrado toda su vida
a hacer cometas y verlas volar,
contéstame, ¿para qué sirve una hormiga?
y luego dime si es santo el caimán.
Hay hombres meditando en montañas junto al cielo.
Ellos te cuentan que las águilas les hablan
y que hubo un día en que las montañas volaban.
Si las montañas podían volar,
contéstame ¿para qué sirve una hormiga?
y luego dime si es santo el caimán.
Si esta tan claro y me dicen que tu eres sabio,
convénceme de que es santo el caimán.

"¿Para qué sirve una Hormiga?"
(Manolo García, Quimi Portet) Enemigos de lo Ajeno

Tuesday, May 29, 2007

Pen

Paula escribió un día (y luego nos contó) de un error que había cometido. En compañía de nuestros cafés, un sábado por la mañana, Eire comprendió y yo no. Su “error” no me parecía en absoluto grave y me costaba entender su enfado, su obsesión. Tal vez pensaría lo mismo ella de mí hoy o quizás, porque su “error”, comprendería el mío.

Trabajamos tan duro para ser las personas que queremos ser. Vigilamos los detalles, controlamos las emociones, nos mantenemos en un paréntesis de equilibrio construido con años de ejercicio, de observación. Ese paréntesis es básico, es el pilar de quien queremos ser, para alejarnos de esa persona que fuimos y nos hizo tanto daño (y también a los demás). Y un día, sin motivo alguno (pero hemos bajado la guardia), esa reacción, ese impulso, esa emoción que tanto nos desestabiliza, toma el control de un instante de nuestra vida. Y nos domina. Todo se echa a perder. Sucede, no se puede detener, nada es tan intenso. En dos minutos ha ocurrido y no se puede volver atrás, borrar, olvidar.

¿Cómo puedo permitir que me quieran cuando tanto me detesto?

¿Mi error? Perder la razón.

Al otro lado de la ventana veo la noche llegar, en compañía de una pinta, Iggy Pop y un bolígrafo que Paula me regaló.

Monday, May 28, 2007

Cistellet buit


La senyora arreglada arriba lentament a la fruiteria, amb l’ajut del seu bastó. Dos nois separen la fruita maca de la lletja, la maca per a l’aparador, la lletja es barreja en una mateixa capsa.


—I què no em donaríeu pas dues taronges i dues pomes d’aquesta capsa?

—Donar?

—Sí —amb veueta petita—. Donar, com a acte de caritat.

La senyora du el cabell curt, la roba neta i planxada, la mirada digna. Una velleta de les que ho han viscut tot, de les poques que ens queden, de les del barri de tota la vida, de les que els tallen el llum i l’aigua i els fan obres a casa perquè hagin de marxar i poder vendre tot l’edifici per a construir apartaments de luxe que els estrangers pagaran a mil euros la setmana quan vinguin a emborratxar-se.

—No li podem donar sense que ho pagui, no som els amos —contesta el noi.

—Ningú no ho sabria —diu la vella amb la veueta.

El noi que sembla que sigui l’encarregat li fa un senyal a l’altre, perquè tornin cap dins de la botiga i la vella els deixi d’emprenyar. La senyora es queda sola davant la fruita i se la mira uns segons. Després, amb resignació, continua la ronda pels volts del mercat amb el cistellet buit. Falten cinc minuts per tres quarts de vuit del matí.


Sunday, May 27, 2007

Gwen

En el silencio, sordera. Unas horas aún de reflexión. El día no acaba en la playa. La cerveza está fría. La noche refrescó. Estábamos en el jardín y olvidé mi rabia. Llegué enfadada, ya lo sé. En seguida se me pasa. Me encantan las historias de amor, cuando comienzan. Han comenzado dos historias de amor y una se piensa si se acaba. Es triste cuando hay que pensarlo. Eva dijo: “los hombres siempre tienen que pensarlo”. “Nosotras ya lo hemos pensado, cuando decimos se acabó”, dije yo. “A veces demasiado tiempo”, dijo Conchi. Estas chicas a las que no veía desde que era niña. Y también llegaron Carmen y Montse del pueblo y Montse dijo que la edad no la hacía más segura ni más sabia. Si acaso, más tolerante con los propios errores. Eso ya me parece mucho. ¿Y si no voy a votar…? ¿Y si esta vez dejo que el mundo se apañe sin mí? Si estuviera muerta no podría votar. Voy a hacer que me he muerto. Pero entonces, ¿dónde estoy y porqué estoy haciendo esto? Cuando muera quiero que sea explosivo, caer en un volcán en erupción y que me escupa lejos, en un lugar donde lava, rocas y yo crearemos un nuevo universo. Me gustaría que algún amigo fuera expulsado conmigo. Y también algún desconocido. Los tecnócratas incompetentes, impotentes y repulsivos todos se pueden ir a tomar por el culo. No es el cabeza de cartel el que importa, es el partido que tienen detrás. Amiga Alba, ¿tendré que llamarte de nuevo este año para que me convenzas? ¡Ah! Pero no lo harías, porque hacerlo hoy no sería ético. Votar izquierda y ecologista por sistema comienza a aburrirme. ¿Qué habrá en la mesa? Y siempre tengo el miedo de llegar y que me detengan porque me tocaba estar. ¡Quiero ver Spiderman! ¡Tengo que estudiar derecho administrativo! ¡Quiero colocarme! Quiero que este día se enrosque y vuelva a comenzar. Tic tac, tic tac… La vida es corta, soy capaz.

Tuesday, May 22, 2007

Atlas

El mundo se cayó de los brazos de Atlas a las 23.23 de un domingo equidistante entre Plaça Catalunya y la Estatua de Colón. ¿Una señal? ¿Por qué no? Se hizo el silencio entre los transeúntes y Atlas encogió los hombros. Dijo: “Es la primera vez que me pasa”. Tres mujeres Odriugepburnmente elegantes paseaban Rambla abajo con un carricoche (¿carricoche? Qué palabra más antigua) en el que dormía un bebé. Bastante distinto de la escena en las calles más oscuras, a pesar de la limpieza clasista, en las que los niños en los carricoches tenían luces largas por ojos y los pre-pubertureños decían algo así como: “mamá, te lías ya un porro o qué”, si es que no he entendido mal.

De todos modos, me encanta estar con mis amigas, me hacen sentir real. Y también mi hermano y mi ex. Y mi chico, que dedica tanto a todo y aún siempre tiene toda la energía para mí, para demostrarme que el amor no conoce cansancio. Imperator, que ya debía sustituir a algo, es ahora Duvet, con letrero televisivo. De sus grandes y sofisticadas puertas emergen mujeres bordando la libertad de trabajos y maridos, vestidas como las mujeres sin gusto a sus dieciséis. ¡Modas! Sólo sirven para perpetuar bodrios. Qué obviedad, podéis objetar. Pasa en la radio, en la televisión, en los bares. En la música, en la literatura, en el cine. Supongo que por lo regular soy capaz de crear una lente a través de la cual sólo ver la belleza pura, que por supuesto, y sin pudor lo digo, aunque suene fascista, es la que yo percibo. Pero se hace mucho más difícil la noche en la que a Atlas se le cayó el mundo de las manos. Más que nada porque mañana esperamos respuesta de vida y las horas se desmoronan.

Saturday, May 19, 2007

Alicia

Me visto para ti, pero llega Clarissa antes. Clarissa con su amiga y un vestido de tirantes verde, sus axilas rubias, sus ojos de hada suspicaz. No sé porqué Clarissa tiene que seguir viviendo con nosotros. Me dijiste que se iría cuando yo llegara y ya han pasado meses. Claro que también es su casa, pero ¿Cuándo voy a empezar a estar yo en casa? Todas las bromas son vuestras, me cuesta mucho sentir que tú y yo somos pareja. Clarissa y su amiga hacen el amor en nuestra cama, porque es la grande y me da asco pensar en todos los pelos púbicos que se quedaran agarrados a nuestras sábanas. Subo al terrado hueco y tengo vértigo, aunque nunca tuve. Me digo que debo dejar de agarrarme, pero no soy un murciélago y en cuanto suelto el filo pierdo el equilibrio y caigo a toda velocidad por el agujero. Es el final, Alicia. Sin embargo, floto en el margen entre el vacío y la muerte y me deposito con suavidad en la entrada del bar. Sin querer, me bebo el refresco de un señor, a mi lado. Pensaba que era mío, tenía tanta sed, ¿quiere saber lo que me acaba de pasar? Me invita a una cerveza. Cuando vuelvo a casa, la amiga de Clarissa está subiendo a su moto. Se quita la camiseta porque hace calor. Se pone el casco. No lleva sujetador. Clarissa le grita que está muy guapa. Tú también estás ahí arriba en el balcón y también dices que está muy guapa. La amiga de Clarissa me saluda y llega hasta mí un fuerte olor. Subo las escaleras, quiero besarte, pero Clarissa te está explicando lo fabuloso que se lo pasa con esta chica en la cama. Cuando por fin te tengo un rato a solas te pregunto si alguna vez lo hiciste con Clarissa, pero no quieres contestar, eso es privado, dices. ¿Y alguna vez lo hiciste con ella mientras tú y yo ya estábamos juntos? Desvías los ojos. Creo que os odio a los dos.

Monday, May 14, 2007

El perro

Había una plaza al cierre de los bares. Gente sentada en el suelo. Las últimas cervezas. Había un perro joven, de porte atlético y pelo lunar. El perro se sentó con paciencia junto a su amo y al cabo el amo lo liberó de la correa. Entonces el perro comenzó su ronda por la plaza, para saludar a todos con su lengua caliente y su hocico frío.

Saturday, May 12, 2007

sombras

El amor que siento por el cambio es extático, pues nada recompensa tanto como olvidar quién fui y volver a comenzar. El apego por lo que en mis manos sostengo es nostalgia avanzada, mucho antes de pensar en la renuncia, ya comienzo a echar de menos. Camino por rocas que nada me pueden recordar, aunque todo lo retengan, soy nueva. Y cuando una memoria emerge tras la nube, la niego sin dudar —ya la lloré cuando agonizaba.

Las sombras me inspiran respeto, pero no deseo.

Monday, May 07, 2007

Entrevista de trabajo

No es sabio subestimar mi rabia. Por supuesto soy tan capaz de matar como cualquier otra persona. Si no quieres darme el trabajo porque soy mujer, me parece bien, pero no me vengas con el rollo de que soy incapaz de aplastar a una hormiga. Las hormigas no son nada, son hormonas de la tierra, basura. Nunca me he creído la moralina religiosa de haz el bien sin mirar a quien. Es una estupidez como cualquier otra para que nos aborreguemos y no sepamos reaccionar cuando el poder nos hace daño. Una vez casi maté, y si no lo hice fue porque el tipo tenía dieciséis vidas y las usó todas para sobrevivir a mis golpes. Otra vez casi maté, también, pero no me atreví, porque en el fondo amaba al cabrón. Pero te juro que cuando me despertaron sus ronquidos y le vi dormir tan feliz, ajeno a lo desgraciada que me hacía, me imaginé caminando a la cocina, tomando el cuchillo, clavándoselo en las pelotas. Al final fue otra mujer quien lo mató, otra anterior, por venganza, porque él le había arrancado los ojos. Eso decía ella. Cuando la conocí la encontré tan repulsiva que deseé que no existiera, pero no tuve deseos de matarla. No es por hacer daño, ¿sabes? Es porque algunas personas molestan mucho y no hay otra manera de hacer que desaparezcan. Además, es una práctica internacionalmente usada y socialmente bastante bien aceptada, sólo tienes que ver cómo salen de la cárcel los asesinos de mujeres o como campan por el mundo soldados y terroristas. Prefiero ir a la cárcel yo, pero salir viva algún día. Creo que es un tiempo que vale la pena pagar; después de todo no soy una homicida, es que a veces es necesario hacer justicia. La policía jamás llega a tiempo a las cosas que de verdad importan y el sistema judicial no nos protege de la maldad. ¿Que por qué quise matar al primero? Hay cosas que es mejor dejarlas en el pasado. Ahora, si me das el trabajo, no te vas a arrepentir, no fallo, te juro, nunca fallaría a mi propia hermana.


Saturday, May 05, 2007

5 de mayo


Sin saber si las horas me llegarán, subo las escaleras para encontrarme la puerta cerrada con llave, la puerta al sol, a las nubes, a la ciudad de alfileres. Te echo de menos aunque anoche me susurraste al oído. No puedo recordar. He despertado sin darme cuenta y tres momentos me he quedado quieta hasta asegurarme que seguías a mi lado. Cuando quiero, respiro. Dónde estás, dónde estás. Bajo las escaleras a la oscuridad y detrás de las otras puertas, vidas llenas de luz. Cinco de Mayo, Independencia Mexicana. Jack hospeda la fiesta en l’Armari esta noche. Anoche conocí a un mexicano francés ciudadano del mundo. Anoche tomé Jameson y luego olvidé. Menos mal que has llegado, con tu fardo cargado de historias y este abrazo.


Thursday, May 03, 2007

La leyenda de las guirnaldas

Eire, Paula y yo nos conocimos hilvanando guirnaldas de flores para la boda de Piporot, el dios. Las pruebas para acceder al puesto eran extremadamente difíciles y requería gran arte, conocimiento y disciplina superarlas.

El premio era también grande, cualquier deseo nos podía ser concedido.

Por las noches, todas las aspirantes al puesto dormíamos en una cabaña de paja, en hamacas. Siempre había tormentas fuera, pero los anfitriones se ocupaban de que ardiera un buen fuego, y nunca nos faltaran fruta fresca y agua. Durante el día el calor nos evaporaba. Hubo una chica que desapareció completamente en el charco de su propio sudor. La única que no perspiraba era Paula, porque de tan vieja y arrugada, no le quedaba nada por eliminar. Por las noches, mientras intentábamos dormir entre humedad y grillos, nos contábamos nuestros deseos. Fue así como nos conocimos, Eire, Paula y yo, que por entonces no teníamos estos nombres. Las otras aspirantes (en nuestro planeta sólo las mujeres pueden tocar flores porque al tocarlas los hombres, las flores se desintegran —hubo una de nosotras que era un hombre disfrazado y que engañó a todo el mundo, excepto a las flores; Piporot lo mandó quemar pues en nuestra constelación el disfraz es el máximo delito—), las otras aspirantes, decía, querían ganar el puesto para conseguir belleza, riqueza, un marido bello y rico, grandes mansiones, hijos varones. Nuestros deseos eran bien distintos (la necesidad hace la causa) y fue así como se inició la simpatía original. Paula había nacido vieja, siempre experimentó dolencias de vejez, voz quejumbrosa, falta de deseo sexual; su deseo por tanto, era poder vivir desde el principio una vida en espiral, que al ver su reflejo, los años la hubieran cambiado. Eire quería flotar, tenía una enfermedad en los huesos que no era maligna pero que le impedía moverse sin dolor y, por tanto, deseaba la ausencia de gravedad. Yo quería ser capaz de ahuyentar a mi conciencia con una palabra y dormir en paz, llevaba más de un año de insomnio.

Pronto nos dimos cuenta de que en el arte de hilvanar, lo que una tenía nos faltaba a las otras dos, y así, en las treinta y dos horas que quedaban para la exhibición final, nos empleamos a fondo en compartir nuestro saber y habilidad.

En la hora señalada, nuestras guirnaldas fueron tan perfectas, que Piporot las convirtió en indestructibles y desde entonces son el emblema de nuestra bandera. Pero como siempre hay un revés, en el momento de las nupcias, Gegenuber, la novia, tuvo un ataque de alergia ante el precioso motivo floral y condenó a quien las hubiera construido al destierro. Siendo Gegenuber también diosa, poco podía hacer Piporot para protegernos, salvo ser magnánimo y desterrarnos a un planeta amable.

Así que aquí estamos, Paula, poco a poco viviendo ciclos y descubriendo el amor, Eire flotando, en total ausencia de dolor, y yo durmiendo en absoluta paz, que tal como las cosas se están poniendo en este planeta, reniego de mi permiso de residencia a cambio de que nadie venga a pedirme responsabilidad.