Sunday, June 24, 2007

La curva de la satisfacción

Los imperios internos se desarrollan en líneas ascendentes de satisfacción y caídas en picado hacia la frustración. A veces disponemos de paracaídas y no sabemos como usarlo. Sabemos frenar, pero nos es imposible aminorar la marcha en el camino a la desilusión. Una amiga estaba triste y me preguntó: “¿Tú lloras?”…
Es una de mis explosiones. Hoy mismo he llorado: de rabia, de impotencia, de estrés.
Pero llorar es como reír. Una no puede estar riendo todo el rato. De modo que me lanzo en picado, sin miedo y sin red, hacia todo lo que me pueda satisfacer.
Mi amiga: “¿Y si no puedes parar de llorar?”.
Rompo mis promesas y vuelvo a nacer. No he conseguido vivir sin culpa, pero cada día derrapo mejor en la curva de la frustración.

Thursday, June 21, 2007

Los caballeros existen

Un asiento quedó libre cuando la muchacha de cabellos castaños despertó de su siesta al llegar a una estación. El caballero de la barba gris dijo al caballero de la barba negra: “siéntese usted, por favor”. Y el caballero de la barba negra contestó: “por favor, usted”. Ambos leían el periódico, ambos salían de trabajar. Eran algo mayores ya, debían estar cansados pero en el vaivén del vagón sostenían su cuerpo con elegancia. Los otros pasajeros eran más jóvenes que ellos. Muchos de los jóvenes y las jóvenes que estaban sentados, roncaban perdidos en su ensueño post-examen.

Una mujer se acercó desde el otro lado de la plataforma y tomó el asiento vacante. Una mujer ni fea ni guapa, ni joven ni vieja, ni maloliente ni perfumada. El caballero de la barba negra miró al de la barba gris y le dedicó una sonrisa de satisfacción. El caballero de la barba gris asintió con un gesto de aprobación. Luego continuaron leyendo el periódico, dignamente bamboleados por el movimiento.

Sunday, June 17, 2007

Sinkhole

En los días de junio la noche espera a que las chicas bonitas terminen de despedirse para despojar lino púrpura y vestirse de satén azul. En cada suposición espera una traición que ni siquiera estaba planeada. Mejor no esperar nada.

Mes de exámenes, mes de vida, de muerte y agobio. Es difícil prever el verano cuando aún no he ido ningún día a la playa.

Un coche sin luces avanza hacia mí. Un coche sin luces es un balón pintado de autógrafos de alguien que un día ganó. La muchacha atraviesa la plaza en euforia. Sus gritos se nutren de senos sin sujetador. Fue un gol. Tal vez no signifique nada.

Un chico cabalga a otro chico y canta: “¿Por qué no me quieres?”, a pleno pulmón.

Es fácil olvidar, si realmente se quiere.

Necesito un banco para escribir esto.

Donde antes subsistía un inmueble que no consigo recordar, hubo durante un tiempo un hueco. De un día al otro hay ahora esqueletos del futuro de la urbanidad. Si no me gustan los hogares modernos es porque me recuerdan a las torres de los padres de mis amigas de la infancia, en verano, cuando después de comer oscurecían todo para ver la televisión al fresco.

Hoy he hecho una canción. No sabía cómo grabarla, no tenía la tecnología. Nadie me ha escuchado. Pero hoy he hecho una canción.

Lo que no queda escrito, no permanece. ¿Y qué importancia tiene?: Que yo, soy yo.

Tengo desafíos en el futuro, tengo que concentrarme, trabajar duro. Paradójicamente, me da tiempo para mí, para pensar, en general, sin parámetros…

Carreras… En un videojuego, en la televisión, en directo… ¿Diferencia? Dímelo tú. En mi caso, el mundo se ha reducido a una canción. Una de mis cinco favoritas. Pero siempre fluctúan. ¿Dónde está el punto y final? ¿Orgasmo? ¿Aburrimiento? ¿Saciedad?

Sé que debo rendir mañana. Y el resto de la semana. Pero hoy es diumenge, domingo, dimanche, Sunday…

Un día la tierra se tragó el edificio donde vivía mi amiga Sally. Sally sobrevivió.

Saturday, June 16, 2007

Purpurina

Gina Lis andaba por estrechas calles de piedra con olor a alcohol viejo, despojada de todo el glamour. Calzaba sandalias rotas que conservaba de un viaje antiguo a México con sus amigos. Había pasado el tiempo ya en que echara de menos las antiguas amistades, la manera de antes de quererse.

Tras el último concierto, Stella Blue, la chica de Sam, le había comentado que parecía necesitar unas vacaciones, su piel mostraba fatiga, sus ojos no brillaban, comenzaba a desafinar en los bajos y a perder el control de los altos. Gina Lis odiaba que vinieran los novios y las novias a las giras, y ya puestos, a los ensayos, por mucho apoyo que supuestamente dieran. Eran un incordio, se metían donde nadie les pedía. Evidentemente la detestaban, unos y otras pensaban que podían hacerlo mejor que ella, si estuvieran en su lugar. Incluso los podía escuchar en las duchas de la mañana cantando sus canciones, como si quisieran impresionar, ni que fuera de la manera más íntima.

De todos modos, esta era la última gira. Después la banda se desmembraba para dedicarse a lo que se dedican los seres humanos: procrear y contaminar. Y ella, que estaba sin pareja y sin ganas de tenerla, se pegaría unas vacaciones largas y pensaría en qué hacer con el resto de su vida. Tal vez un viaje en el tiempo para convertirse en la última mercader de arte antes del consumismo, en Florencia.

Había salido del hotel con la intención de ver el mar. Era su manía: si tocaban en una ciudad con río, tenía que ver el río, si tocaban en una ciudad con mar, había que ver el mar. Aquí veía el río desde su habitación de hotel, pero el mar quedaba lejos. Había pensado en subirse a un tren hacia la costa, aunque Dublín tuviera playa, quería estar más allá. Dún Laoghaire, quizás, o Howth.

Camino del Dart vio que un muchacho rubio de andares reptiles y grandes extremidades se le acercaba. Por rutina, Gina se encastó el sombrero hasta la nariz y siguió su camino a través del tramado de paja. Pero el muchacho la abordó de todos modos. Odiaba tener que ser desagradable a aquellas horas de la mañana.

—Perdone —dijo el muchacho—, ya sé que debe estar harta de los fans, pero tengo una necesidad y creo que sólo usted puede ayudarme.

Todos se creían originales con sus argucias y todas eran siempre igual de aburridas. Gina continuó caminando sin prestarle atención. El muchacho la siguió a cierta distancia. Cuando vio que entraba en la estación de tren, volvió a aproximarse a ella, esta vez con cierto pánico.

—Mire, escuche, es que necesito purpurina y es domingo y todo está cerrado y sé que usted debe tener…

—No tengo conmigo, pero tengo en el hotel —Gina se sorprendió de haber respondido.

—¿Podríamos… Podríamos quedar a alguna hora, para lo de la purpurina?

—Imposible.

—¡Pero es que tengo una cita! Él… Él me ha dicho que sin purpurina, no hay… No hay… Sería mi primera vez…

Gina lo pensó unos segundos, luego dijo:

—Me voy al mar.

Pidió el billete Howth, porque Dún Laoghaire parecía más cerca. Pasó las puertas de seguridad sin mirar hacia atrás. ¿Por qué tenía que ayudar a un muchacho en su primera cita gay, en sus horas libres, cuando vestía tejanos, camiseta rota y sus sandalias de México, de aquellos tiempos en los que querer significaba ser capaz de dar la vida por tus amigos?

Wednesday, June 13, 2007

De la crítica a la objetividad

Priorizo las virtudes y la euforia casi me tumba. Sigo el camino de manos para encontrar al castor. Tus manos.
Cada vez que digo te quiero, te quiero. Quisiera mejor quererte y nunca echarte de menos.
Hoy aprendí que para mí, crítica y objetividad significan lo mismo. Formador: “eso dice mucho de ti”; pero no dijo qué.
Un caballero se toca el ala del sombrero a mi paso por el laberinto. No sé cómo me vio, me creía invisible cuando camino sobre pasos sordos.
Quiero abrazarte dentro y que te quedes. Quiero subir al barco, zarpar lejos.


Sunday, June 10, 2007

Sangre

Si estuvieras rota en la calle con tu boca abierta y el sueño arañado por viejas cuerdas de guitarra en la resonancia borrosa de una madrugada sin ropa en los balcones, vendría tal vez un policía a mover con la punta del pie tu cuerpo inerte. Tarde. ¿Recuerdas aquellas tardes de helados y bicicletas en la playa? ¡Qué sonrisas cuando el circo de extranjeros pasaba por delante con sus pieles de cangrejo! Sombra bajo el porche. Esa excitación. Esa posibilidad. No quiero que estés triste. Pienso en lo que deberías pensar, positivismo. En la propia vida, sin más. Porque el resto no supone alegrías, excepto cuando Greenpeace detiene por unos instantes la barbaridad. Por ejemplo. Aquella chica japonesa contaba que sólo podía comer los pescados pequeños, porque los grandes sangran tanto, sangran como un animal de verdad. ¿Cómo comer sangre? Pero mira que está buena la morcilla. En la subjetividad de los valores la tolerancia es imprescindible. E inútil. Quiero a quien no me quiere, dice la canción. Quiere a aquel con quien estás, dice la otra. El abuelo murió y tenía una rosa roja sobre la urna de cristal. Blancanieves no era tan linda. Sin embargo la muerte fue antes, cuando la oímos llegar. En el bar los músicos cantan. Cantar ahuyenta el miedo. Aparte de eso, nada cambia. No puedo cambiar el mundo, pero puedo cambiar el mundo en mí. Palabra de Bono, Vox.