Bueno, pues casi un
año ha pasado desde que dejé de escribir en el blog por el
principal motivo de que ser madre trabajadora es un puto timo – y
también porque comencé a escribir una novela de venganza (casi)
porque mi amiga editora dijo del último borrador que mi castellano
andaba tan contaminado que, como yo no era nadie, nadie en el mundo editorial se iba a mojar por mí.
Bien, pues dejé
todas las voces y me puse a escribir en primera persona. ¿De qué
otro modo iba a poder justificar mi contaminación? ¡Jopeta!
Hace unas semanas
que acabé el borrador. Casi me cuesta la salud y ahora mismo reposa,
así que tampoco podría decir que es algo o nada. Pero sí que tengo
claras algunas cosas importantes de este proceso. Y de tantos otros
procesos…
Hoy mi niña está
mala y en vez de estar cranky como otras veces, está medio dormida,
pensando en sus cosas, y casi he tenido dos minutos de “¿qué hago
ahora? ¡nadie me necesita!”. Y me he acordado de que ¡tengo un
blog! Y al entrar, el último comentario que he encontrado, de Bruja,
dice que lo de los blogs ya no se lleva, que es lo que tienen las
redes sociales…
Y fíjate, Bruja,
que me he dado cuenta, de que en las redes no explico ni la mitad de
la película. ¡No sabes el miedo que me dan! Aunque las uso.
Hoy he dado un
abrazo a mi colega Enri, que se iba a la entrevista de las
oposiciones para policía. Enri quiere ser inspector, detective. Está
altamente capacitado y es una persona maravillosa. Ojalá se den
cuenta los algoritmos. Ojalá tengan en cuenta estas cosas.