Niños de uniforme juegan a la guerra en el tren con dos muletas. Son  tres. Driblan, emboscan, se esconden tras los pasajeros, caen al suelo y  con gran realismo vocal disparan tanques, fusiles y bazocas. Los demás  son el enemigo, el obstáculo, la selva. En la siguiente estación, el  tren se llena. Los niños reculan, cómplices y entre risas, uno de ellos  grita: “¡Qué guay, más gente para matar!”. Exultantes de adrenalina,  proceden a identificar objetivos y disparar.

 
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