Frente a la ventana de mi habitación está la ventana de una adolescente. Un día colgó una pancarta que decía “mis padres me tienen encerrada en casa, por favor llamad a la policía”. La tuvo allí más de una semana. Las letras se fueron borrando con el sol. Nosotros conocemos a los padres, y también a ella. Me los encontré en el súper. Se disculparon avergonzados. Irene está en la fase de exploración de libertad. Tras aquel episodio, tuvo durante un tiempo colgada de la pierna a una muñeca, boca abajo y sin cabeza. Me recordaba a un audiovisual bestia que filmé cuando estudiaba en la cámara de la carnicería de la mamá de mi mejor amigo.
Y aquí estoy, intentando concentrarme, en medio de los equilibrios para poder ver a toda la familia en los pocos días que tenemos juntos de vacaciones (el transporte público no ayuda en absoluto, debe estar pensado para hacer negocios), y poner unas líneas más en la novela que lentamente comienza a tomar forma, pero ¡Dios! ¡Hace falta tanto tiempo! ¡Y tanta concentración!
¡Y la niña-Irene-mujercita tiene a tope música Bollywood!
¡Ahora sólo quiero bailar y hacer el amor! ¡Viva el verano!