Por la tv daban los premios PP a sus mejores cargos. Ya habían galardonado a Matas y a Floriano. En cuanto bajaban del escenario, los metían bien dobladitos en una maleta. En primer plano se veía el interior de la maleta y los huecos que quedaban.
En casa, me despedía de mis amigas M,
N, E y Bernadette de Big Bang Theory, que iban a intentar llegar a
Texas en bicicleta. Yo no las acompañaba porque me quedaba a esperar
a un técnico de telefónica, aunque lo que no teníamos era luz.
Nuestro piso era lúgubre, en un edificio desolador, como el de J.F.
Sebastian de Blade Runner.
El técnico llegaba, tenía prisa, no
podía quedarse, me dejaba su targeta y se comprometía a volver. En
la gala de la tv llegaba el turno de Albiol, que tomaba el escenario
en plan divo, con camiseta rosa ajustada, unas guirnaldas, el culo de
un puro en los labios y contoneándose algo afeminado al ritmo de la
música (rollo Bardem en el concierto de U2). Se dirigía al público
en un inglés perfecto, aunque no decía nada: people can, people
must, they will not let down. Luego en catalán: perquè tots sabem,
tots sabrem. Y en castellano: las cosas son como son, no hay más. Le
seguían grandes ovaciones y él meneaba las caderas, altivo,
coqueto, lanzaba un beso al aire. Tras abandonar el escenario, los asistentes lo doblaban con
esmero, lo enrollaban en forma de tubo y lo metían en la maleta.
Ya me estaba despertando de mi propia
risa, cuando las chicas regresaban empapadas: imposible llegar a
Texas en bicicleta.