Cuando vienen y luego se van.
¡Qué desorientación!
¡Qué desorientación!
No sé si dejar de comprar en las tiendas que ponen las cajas de golosinas accesibles y totalmente abiertas o demandarles. Ninguna de las opciones me parece razonable, pues me quedo sin donde comprar comida. Las reclamaciones oficiales no funcionan. ¿Es un complot? ¿Reciben incluso los pequeños comercios sobornos de las empresas azucareras para que nuestros hijos se vuelvan adictos, ya a sus tiernos ochenta centímetros? Porque además, ni siquiera pago por ellas. Mandi se sirve y del mostrador nos llega un: “deja, deja, invita la casa”. Me pregunto cuantos igual que Mandi meten la mano ahí dentro.