El bar en penumbra
apestaba a vómito, alcohol y sangre podrida. Seguí al anciano
pequeño y calvo. Abrió una puerta que parecía de juguete y me
indicó los viejos escalones de madera que bajaban al sótano. Dudé.
Él dijo que no podía acompañarme porque estaba fatal de la cadera.
De las profundidades llegaba algo de luz y la música de una radio
mal sintonizada. Me entró pánico. Mi corazón comenzó a darse
golpes por el interior del cuerpo. El anciano metió la mano en el
bolsillo y sacó unas llaves.
—Son las de Bertrand
—dijo y me las entregó—. Siempre se las olvida y a la mínima
corriente de aire, se queda encerrado y tengo que volver hasta aquí
para abrirle la puerta.
Tener las llaves en la
mano me tranquilizó.
—No suba usted sin él.
No le dé las llaves, es capaz de perderlas. Y no tarden. Dígale que
su madre le espera para comer.
Descendí los peldaños.
Crujían de un modo familiar, como los de la casa de mi tía de la
Barceloneta. La puerta se cerró tras de mí con un golpe seco e
impersonal. Atravesé un espacio de columnas y una bóveda, llegué a
la luz y a la radio, que ahora reproducía un anuncio de seguros de
hogar. Había una mesa, un ordenador y una silla. Tuve que estar
encima para verle, pues la silla era dos veces más grande que él.
—¿Bertrand? —pregunté
atónita, al ver un niño de no más de nueve años.
—Sí —respondió él,
con voz distraída. Lidiaba contra invasores en una jungla, en línea.
—Te traigo un mensaje.
Bertrand detuvo el juego y
abrió un programa.
—Habla —me ordenó.
Dije el mensaje que se
tradujo en números y se envió.
Bertrand reinició
entonces su juego.
—Bertrand —dije.
Se asustó de escuchar mi
voz. Se giró y me miró.
—¿Quién eres? —me
preguntó.
Entonces vi algo raro en
su rostro, algo más allá de nosotros.
—Tenemos que subir
—dije—, tu madre te espera para comer.
—¿Mi madre? —se
sorprendió.
Le ofrecí la mano y, ante
mi asombro, la cogió y subimos juntos. Abrí la puerta con la llave.
Atravesamos el bar en penumbra, apestoso. Salimos a la calle. Allí
seguía el viejo, sentado a una mesita, leyendo el periódico.