Thursday, July 09, 2009

El jardín

En verano se confía exageradamente en la luz y la melancolía no encuentra su camino.

En nuestra tierra de luz, el luto por quien no conociste personalmente es una emoción sin importancia.

Será por eso que las espléndidas presentadoras guiaron en diversas cadenas la retransmisión de un funeral sombrío y triste con la incontenible alegría española del verano, sinónima de palabrería irritante y risas ninfómanas.

Aborrezco la TV de este país siempre, pero más cuando con calzador atiborran de idiotez y publicidad un pequeño féretro. Los protagonistas, a veces, son los muertos y no lo que piensen de ellos los mediocres personajes sin talento que pisan un plató.

¿Quién más echa de menos un poco de silencio?

Estos padres y madres que de repente tienen tiempo o deben buscarlo para ocuparse de sus criaturas no callan nunca. Por favor, padres y madres os lo pido: es verano, dejad a niñas y niños a solas con su imaginación. ¡Queremos más genios y menos chupamicros!

Charlatanes vacuos, sabed: la desesperación por la muerte no se borra a golpe de protagonismo, a penas, si acaso, se alivia la angustia a través de la creación.

Vengo del jardín de mi vecina, donde los árboles frondosos se llenan de insectos al cerrarse un día de lluvia sin sol.

─Qué silencio… ─han sido las últimas palabras.

Y los tres, ella, su amigo y yo, nos hemos perdido en las raíces, donde viven las hadas y los duendes y donde ninfas de agua tejen las campanas invisibles que un genio leerá para darnos la música mañana. Un jilguero arrullaba notas de rencuentro y de amor. Y un reflejo gris de luz salada cruzó las piedras del sendero.


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