Compartir música es una gran plataforma para las relaciones. Con la literatura eso no pasa. Compartir literatura es un tostón. El libro, te lo lees, lo disfrutas y en solitario te despides de él, con desazón, si te ha hecho vivir, con alivio si te ponía de los nervios y no conseguiste pasar de las primeras veinte páginas. El libro sólo permite “hablar de libro”. Y por lo general cae en el fallo técnico, la pasión fingida o la mediocridad, como Macaco, Love of Lesbian o Bebé.
Para hablar de Radiohead (grandes artesanos) tienes que saber de música, que no es lo mismo que entender de música, a pesar de que hay gente que se cree que por entender (distinguir entre aquí y allá), ya sabe.
Si con la música puedes ir a un concierto y compartirla ¿Qué haces con un libro? ¿Una película? Escribir es intentar convencer a otros de una vida que sólo existe si se vive.
Fue una semana de encuentros pendientes y cambios de tiempo. Un poco triste, me despido de febrero. Fue un mes que me trajo paz y dinero. Un mes de frío y sol. Un mes de revoluciones lejanas y medidas absurdas. La política, mes amis/es, es un churro.
The King of Limbs me transporta inevitablemente a Kid A, cuando desaparecí completamente y nací de nuevo. Luego regresé más o menos al lugar de donde venía. Pero ahora las cosas son distintas. Ahora toco el bajo y tengo orgasmos.
La fuerza latente en sus temas tiende explotar. Ya sé que el piano se enreda con unas algas y que Mr. Magpie robó la magia y la memoria, pero es sólo cuestión de tiempo, antes de que estos 37 minutos vuelvan a pigmentar todo un universo.