Friday, July 22, 2011

Space 1999

En los agostos de mi infancia con los abuelos, en la Segarra, cortaban el agua cada día a las cinco de la tarde. Excepto los domingos.

Antes de cenar, salíamos todos a por agua fresca a la fuente de la plaza y allí podía por fin socializar. Esperaba ansiosamente ese momento. La mañana era para el huerto. Después de comer, la siesta, que no podía dormir porque ya había dormido por la noche once horas. Después, mi hermano arreglaba muebles, sillas, la chimenea, las ventanas, lo que hubiera por arreglar, con mi abuelo, y yo me quedaba en la entrada de la casa, en una silla, con otras mujeres que venían a hacer punto o ganchillo con la abuela y a hablar.

No aprendí punto ni ganchillo, a duras penas a coser. No me interesaba lo más mínimo y como era difícil enseñarme, pues al ser zurda lo hacía todo del revés, mi abuela nunca insistió demasiado.

Yo leía mis tebeos o dibujaba.

En algún momento de la tarde, después de la merienda, nos dejaban a mi hermano y a mí jugar juntos en el parque. Nos escondíamos, nos perseguíamos, teníamos personajes.

Un verano, nuestro entretenimiento fue emular las aventuras de Espacio 1999. Yo era Maya, la alienígena que tenía la habilidad de transformarse en cualquier criatura durante una hora, sólo de pensar en la estructura molecular del animal en que se quería metamorfosear.

Recuerdo aquellas tardes de juego con inmenso amor.

2 comments:

  1. Recuerdo los veranos de mi infancia como una mezcla de aburrimiento, calor bochornoso y tórridas ensoñaciones. Es decir, exactamente como ahora.

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  2. ¡Ah! Aburrimiento, calor y ensoñaciones... La pócima mágica para el desarrollo de imaginación ;-)

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