En una comida de trabajo, comentaba un señor que su amigo
empresario tenía dificultades para encontrar a personas que quisieran trabajar
en su nueva planta, dado que había que hacer turnos y algunos eran de tarde y
otros de noche. Comentaba el amigo del empresario que el pobre hombre no
encontraba a gente que quisiera trabajar para sus turnos de noche y que por
ello llevaba meses demorando la apertura de la fábrica.
—El problema de este país, lo sabemos todos — dijo el amigo
del empresario que todo lo sabía—, es que la gente no quiere trabajar,
prefieren apurar el subsidio de desempleo que firmar un contrato.
Después de sufrir algunos comentarios desganados, gastados y
nauseabundos sobre la crisis, pregunté:
— ¿Y cuál es el sueldo de este turno de noche?
El amigo del empresario no lo sabía.
— Pues es un dato importante de saber —dije—, que una cosa
es querer trabajar, y otra admitir con un sueldo de mierda que en este país ya
no somos trabajadores, sino esclavos.
Después recibí la habitual amonestación por decir tacos, que
mira que la gente tiene razón, que con elegancia y savoir faire, tienes más posibilidad de ganar las causas.
¡Bah! Y a mí qué me importa. ¡Que me echen ya! En un par de
años, a este ritmo, estaré cobrando la mitad de por lo que me contrataron.