El ejército invasor entraba por la Diagonal desde el interior. Por el camino había arrasado pueblos, de los que el humo y el orgullo aún permanecían intactos. En la capital, los ciudadanos se atrincheraban en aquella última ilusión de creer que la razón podía vencer a la imbecilidad dogmática. Sin embargo, los tanques comenzaron a destruir piquetes, edificios, parques infantiles, museos, legados históricos de la humanidad. Escondida en el metro, me moría de miedo, con otros más.
Y fue cuando escuchamos un gran rugido,
imposible, irreal. El suelo sobre nosotros tembló. Algunas piedras
se desprendieron, a pesar de que el subsuelo del metro era a prueba
de bombas, no como el del tren.
El silencio. El aullido roto triunfal.
No podía ser. Nos miramos en maravilla. Corrimos al exterior. Allí,
en la avenida: el ejército invasor derrotado y tan tranquilamente,
varias manadas de elefantes paseaban por los escombros, como bomberos
después de un desastre, buscando supervivientes.
Me encantaaaaaaaaaaaaaaa!!!!!!!!!!!! :)
ReplyDeleteBxº
Merci!
ReplyDeleteMuy bueno, Gina, un panorama apocalíptico e irreal que tiene belleza.
ReplyDeleteSalud
Así son mis pesadillas :-) Gracias por la visita.
ReplyDeleteQue no siguin necessaris, però si venen els tancs ojalà vinguin tots els elefants dels teus somnis.
ReplyDeleteEsperem que els tancs es quedin també en els somnis :-)
ReplyDelete