Mi alma se ahogaba en la perspectiva. Quería dar la vuelta y regresar, aquí, a esperar la lluvia, a trabajar en mi modesta novela, avanzar a paso de hormiga diligente y un poco inocente en mi propósito de terminar al menos esta vez el borrador.
El móvil sonó con aquella llamada persistente, ya de la familia después de al menos cuatro llamadas al día durante dos meses de la grande y libre fecsa/endesa. Cambié de dial en la radio. Rock FM pinchaba “we are not gonna take it”, como cada día a todas horas, al menos no era “i love rock'n'roll”. Me moví a la Máxima, pero el refrito de Adele me acabó de hundir.
¿Podía ser la mañana más lúgubre? Sí. Al buscar las noticias me enteré del terremoto en Chile y mira, ahí apagué la radio y me puse a llorar.
Llegaba a la curva donde nos acordeonizamos todos y siempre hay accidentes, cuando vi unas patas peludas que se movían frente a mis ojos. Por instinto, soplé, y una araña de considerable tamaño y patas exageradamente largas, se agarró al parabrisas y sin demora se escondió en un rincón.
Pendiente del tráfico, veía de reojo sus patas moverse desde el escondrijo. Alerta y despierta me tuvo. No pensé en nada más que en mantener la calma y no accidentarme.
Por fin llegué a destino sana y salva. Aparqué y fui corriendo a mi lugar de trabajo, que llegaba tarde a una reunión. Una cosa detrás de otra, detrás de otra (¿habéis leído lo de la enfermera que han violado, torturado y quemado viva en Pakistán?) y varias incidencias más tarde (una estudiante es atacada, otra pega fuego a una cocina, uno es hallado muerto en su piso compartido) y ya al borde del colapso, me acordé de la araña invasora y en medio de la oficina levanté los brazos y dije: “lo siento, tengo que salir, acabo de recordar que ¡tengo una araña enorme en el coche!”. Mi compañera M, a la que tras el trabajo iba a llevar de copiloto, me miró horrorizada. Cogí las llaves del coche y salí corriendo.
Ya en el exterior me felicité: ¡qué gran salida!
No fue fácil encontrarla. Puse la calefacción a tope, pasé un trapo por todos los rincones. Ni rastro. Abrí las puertas y me moví a contraluz, hasta que divisé un fino hilo. Lo rompí y de inmediato la araña caminó por el techo, buscando un escondite. Pero yo la perseguía con un papel, con paciencia y suavidad, hasta que logré que montara. Tenía un cuerpo precioso, verde turquesa con dos rayas naranjas y unos puntos negros, pero unas patas horribles, peludas y largas.
La solté entre unos hierbajos y le di las gracias.
La naturaleza siempre juega a favor de mujeres tan grandes como tu, sois sus deesas.
ReplyDelete¡Vivan las arañas y todos los seres vivos de este planeta! A veces nos incomodan pero tienen su función en este mundo agresivo que se quiere comer todo...
Et felicito per deixar l'aranya als "hierbajos, una persona molt estimada m'ha fet entendre que l'aranya es un animal molt ùtil (segons quins moments). és clar.
ReplyDeleteBona tarde. -amantis-
Bueno, tanto como todos los seres vivos, Flores, creo que mi amor por la vida no llega a tanto ;-) Hay animales muy destructivos y agresivos (muchos, obvio, en la especie humana).
ReplyDeleteAmantis: les aranyes es mengen molts insectes molestos, només per això ja són bones mascotes de casa!
Bisous à vous deux!
Yo ya esperaba que te picara, y te convirtieras en la mujer araña... Ja!
ReplyDeleteQue eso tiene sus ventajas: Caminar por las paredes, escuchar conversaciones a kilómetros de distancia, viajar entre los edificios de telaraña en telaraña...
Aunque no sé si saltar de la cama a las 3 de la mañana, enfundarte en el traje, y salir por la ventana a salvar el mundo sería una ventaja, creo que no... :p
Depende de lo sexy que sea el traje ;-P
ReplyDeleteSi es por sexy, entonces mejor que te muerda un gato. Gatúbela ;-P
DeleteA mí me hubiera dado un infarto. Tal que así te lo digo. Pánico les tengo a las pobrecicas aunque esta fuera tu ángel de la guarda.
ReplyDeleteja ja! A mí es que me protegen de los mosquitos :-)
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