Thursday, March 31, 2016

El orden de las cosas y los malditos botones


Estoy en onda muy básica, proceso lo más simple y lo demás, se me escapa. Las largas explicaciones me sobran. Es mi modo “ama de casa”. El verbo y ya. Pero sigo teniendo un oído caprichoso y hay expresiones que me cargan, y me cargan, y no se van. Las odio. De repente, vienen a usarse para todo, ellas y nada más, por más que existan otras: “en otro orden de cosas”(vaya, ¿parece que por fin comenzamos a hablar inglés?), “para muestra, un botón” (¡buaaargh!), “malo no, lo siguiente” (¡buaaaaaaaaargh!).

Una piensa que es provisional y esporádico, pero no, desde la primera vez que molesta, va creciendo exponencialmente al nivel de molestia, en periódicos, radio, calle, supermercado, hasta llenarlo todo, ¡TODO!

Qué trivial ¿verdad? Pues para mí es uno de los motivos por los que las cosas no funcionan. O puede que sea más bien síntoma. No sé, diagnosticar no es lo mío, pero yo diría que nos quedamos enganchados. Enganchados en las aceras como chicles usados y sucios.

Tuesday, March 29, 2016

Maggie (mujeres admirables 1)


Echo de menos la mesa rota en tu porche. Los gritos sexuales de los animales al caer la tarde. El ingenuo convencimiento de poder cambiar el mundo. Dos botellas de vino y fluidez sobre política y libros. Éramos invencibles, en el eterno verano cromático de Panamá. Aunque tu marido fuera un gilipollas y el mío un cretino.

Doce años después, tú lideras una ONG que ayuda a los refugiados y yo soy una simple ama de casa, quién nos los iba a decir. Nos deshicimos de los abusadores, eso sí. Jamás podría haberlo hecho sin ti.

Nota: no tenía ni idea de los papeles de Panamá, de los que supe hoy, domingo 3 de abril

Friday, March 11, 2016

Love is all


El amor debería serlo todo. En las relaciones, en la producción, en el comercio y en la política. La base de nuestras decisiones. De donde venimos y a donde vamos. Quienes somos. Nuestra profesión. El misterio más grande cuyo funcionamiento deberíamos estudiar, practicar, llevar a cabo. Seguro que internet es importante. Y viajar al espacio. Y tener electricidad. Pero todas estas cosas “mágicas”, sin amor, no significan nada. Te acostumbras, o ya das por hecho, que ir por la calle significa llenarse de contenidos vacíos: “con esto tu pelo lucirá como el primer día”, “entra y tendrás todo sin comisiones”; mientras sapiens concentrados deslizan sus dedos por pantallas. Te acostumbras, o ya das por hecho, que habrá guerras, torturas, refugiados, muertos de hambre pidiendo por las calles. Te acostumbras a que sea incuestionable la existencia, tolerancia y subvención de las religiones que destruyen sistemáticamente la pureza del amor con el que se nace. Te acostumbras a que los movimientos que han intentado la idea del amor como futuro, sean cosa de risa, aunque no hayan hecho daño a nadie. Al contrario, han conseguido introducir humanidad en nuestras culturas, precisamente lo que los estados roban a través de esos agujeros que son cada vez más grandes. ¿Mirar con desconfianza? ¿Timidez de saludar a extraños? ¿Rencor a un comentario? Nuestra grandeza innata se pierde en el ruido mediático. El mundo perfecto no existe, pero ¿hemos dejado de soñarlo? ¿Nos hemos rendido? Que mienten, bueno. Que abusan, está claro. Que nos han dejado... Pues a veces cada uno debe continuar su camino. Hay que ser generosos de espíritu y respetar y todos estaremos mucho más tranquilos.

No nos enseñan. No nos enseñan a amar. Y por eso nuestras sociedades, estructuras de estado y familias, son fraudulentas. Solo con amor pueden florecer comunidades auténticas en las que el homo sapiens dé el necesario salto evolutivo para convertirse en humano y pueda cambiar todo este desatino. Amar es nuestro deber, nuestra responsabilidad. Lo demás es pegar más mierda a la putrefacta y violenta bola nuclear en la que se convierte nuestro planeta.


Inspirado por un post de Dan



Sunday, March 06, 2016

Micromundos


Estatuílla
Anoche fuimos a la ceremonia de cine que Bertrand organiza cada año. No habíamos salido en mucho tiempo. Pensaba que para la ocasión habría conseguido destetar a Babygirl y que iríamos de solteros, pero al final ahí estábamos los cinco: Lorca, Babygirl, mis dos tetas y yo. Eso sí, como la etiqueta exigía, disfrazados de gala.
Me tomé una cerveza bien calculada que me supo a elixir y luego seguí con la 0,0 del lugar, que, como suele pasar, era una porquería.
La ocasión reunió a un puñado de satélites. Con regocijo disfrutamos del arte de hablar bestia y sin sentido, en esos raros momentos en que puedes actuar sin que nadie se sienta ofendido. ¡Ese estar con Bertrand! Exquisito.
Babygirl participó con su maravillosa sonrisa y sus aplausos. Durmió el resto del tiempo. Y durante unas horas lúdicas, fantásticas y mágicas, respiramos en el micromundo de Bertrand, lejos de las tragedias que mueven el mundo.



Tuesday, March 01, 2016

Sonia (mujeres odiosas 2)


Éramos vecinas y trabajábamos juntas en el frankfurt de la esquina. Ella tenía un niño de dos años. El padre estaba en la cárcel por tráfico de drogas. Cuando yo libraba, me quedaba a veces con el niño o lo iba a buscar a la guarde. Me sentía atrapada por la situación, pero el chaval era un encanto y no tenía culpa de nada. Un día, Sonia me pidió dinero para el alquiler, debía tres meses, si no pagaba la iban a echar y sin casa, le quitarían el niño. Saqué mis ahorros y se los di. A los dos días desapareció. En el frankfurt no sabían nada de ella y no contestaba al teléfono. Fue por el propietario que supimos que se había mudado, pues el piso estaba vacío, y también que no había pagado en el último año, pero que por pena, la había dejado vivir gratis.
 
Meses más tarde apareció un hombre que se presentó como el marido de Sonia. Había salido de la cárcel y la buscaba. Sonia siempre me dijo que si él aparecía, que nunca le dijera dónde estaba, puesto que era violento y les haría daño a ella y al niño. El hombre me contó que necesitaba encontrarlos, que el niño corría peligro, que Sonia era adicta a la coca. En la versión de él, fue por la cocaína de ella encontrada en casa que había pasado él dos años en la cárcel.

Por suerte, no tuve información alguna que ofrecer.