Cuando era joven (me
troncho, es la primera vez que uso la expresión, hasta ahora usaba
“cuando era más joven”), huí de las etiquetas.
Empollona, cuando sacaba buenas notas, napias, cuando me creció la
nariz, puta, cuando me pegué el lote con aquel y el otro... De modo
que en cuanto pude me fui del barrio, me hice la cirugía, me casé y tuve una hija. “La
madre de” es lo más anónimo que se puede ser. “La madre de”
no cuenta como etiqueta.
Hoy ya nadie me puede
etiquetar sin mi permiso.
Y confieso que me inquietan los hashtags.
¿Qué nadie puede etiquetarte sin tu permiso? Disiento. Etiquetar es una actividad que apasiona a casi todos y nadie pide permiso para dedicarse a ello. Fíjate mejor y verás que estás llena de etiquetas.
ReplyDeleteA mí, como no los entiendo, no me inquietan los hashtags.
Más que una actividad que apasione, o incluso más que una actividad, es como un reflejo inevitable ¿no? Como estornudar. De los hashtags me inquieta que exista esa necesidad de mostrar la misma información con distintos "títulos". Es como si lanzaras al mar una caña con siete anzuelos distintos, por si el pez no se siente atraído por uno de los gusanos. No sé, lo veo desesperado.
DeleteGracias por el comentario.