Nos vamos. ¡Tanto ha pasado aquí, en
ocho años! Toda esta vida. Es la primera vez que me voy porque me
echan. Las otras dieciséis fue porque quise. Se vive bastante
distinto. Y aunque, cuando se alquila, ya se sabe que no es para
siempre, llegamos a pensar que casi, pues así nos lo aseguró el
propietario. Pero la vida cambia, dice. Y sabemos que Brasil ya no es
un lugar seguro. Así es como afecta lo internacional a nuestra
pequeña familia. Nada trágico, por supuesto. Una melancolía que se
apagará. Seguimos teniendo suerte. No somos refugiados huyendo de
las violaciones, el hambre, la tortura y la guerra.
Nos vemos al otro lado.
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