Cuando nos fuimos del barrio de Gracia pagábamos 600 euros por un piso de 55 metros, oscuro, con solo dos ventanas. Al concluir el contrato, la propietaria decidió que subía el alquiler hasta 990 euros, lo cual nos pareció una burrada y así lo manifestamos. Sus palabras fueron que, aún no siendo ella una ong, nos lo ponía barato, pues los pisos de la calle estaban ahora a más de mil, y que si decidiese alquilar por habitaciones a estudiantes (sólo había una y media, no sé cómo pensaba hacerlo), podía sacarse 1.200, por lo menos.
Saint Louis - Missouri |
En algunos pisos, incluso,
te hacen sentir deudor, aún pagando en algunos casos precios
desorbitados (he llegado a pagar 700 euros por una habitación en el
Raval ¡y de eso hace casi veinte años!). Como si el hecho de pagar
no fuera suficiente para darme derecho a sentirme en mi casa, cuando
en la mayoría de los casos estás cubriendo con creces la hipoteca
al propietario, además de mantenerle la propiedad, casi siempre, a
tu cargo.
Bueno, y ahora, para
colmo, tenemos a Airbnb. Quizás sea todo otra conspiración más
para sacar a la gente de las ciudades y romper los tejidos sociales:
¡esos rebeldes! ¡esos manifestantes!
He estado en ciudades
fantasma. Estados Unidos está lleno de ciudades fantasma. Caminas
por sus enormes avenidas con la sensación de haber llegado después
de algún tipo de catástrofe. No hay negocios, no hay comercio, no
hay niños ni escuelas ni perros ni gatos ni abuelos ni abuelas ni la
gente toca la guitarra al amparo de alguna sombra. Las visitas porque
ahí algo que ver. Siempre tienen alguna calle de espíritu bohemio
donde los turistas nos aglomeramos a tomar y comer.
Bueno el artículo:
Cada
vez que usas Airbnb te estás cargando una ciudad que amas
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