Sarah esperaba. El tren ya
había encendido el motor, pero aún no había cerrado las puertas.
En el andén, de pie, la mochila colgada y la vista clavada en las
barreras de entrada, sentía como le ardía el corazón, del dolor de
los últimos acontecimientos, del pánico por el futuro, de
decepción.
La información que había
recibido podía equivocarse, o haber cambiado, pero valía la pena de
todos modos haberlo intentado. Y eso que tenía mucho que perder.
Pero no había vuelto a ver a Adrian desde los tiempos en que...
Bueno, el mundo se había complicado aún más desde el milenio.
Habían creído que por saber programar iban a poder cambiarlo. ¡Qué
ingenuidad! Te atrapan lo mismo.
Ella lo había dejado
cuando empezaron a detener a los compañeros y compañeras. Tenía
una hija y un marido. Aunque Adrian, también. Y Roger. Y Beatrix.
Pero Sarah no había soportado la presión. Ahora había decodificado
los mensajes y si era cierto que Adrian estaba a punto de subir a
este tren, tenía que hacerlo con él. No esperaba nada. No deseaba
nada. No era una aventura. Era instinto. Necesitaba abrazarle.
Decirle que le quería. Acompañarle hacia un lugar seguro.
¿Acaso se deja de amar
alguna vez?
No comments:
Post a Comment