St Patrick

Eire Lebo, Paula Bella y yo hemos ido al cine a ver "Volver". Llovía al entrar y llovía al salir. A ver cuando llega ya el sol y el buen tiempo. Pronto pasaremos un día entero en la playa. Penélope estaba fantástica. Paula la ha descubierto por fin, a pesar de las reticencias. Yo, como vengo de América, ya me había enamorado de ella. Eire se ha retirado pronto porque tiene que entregar el lunes una traducción muy importante, no es que todas no lo sean, pero esta lo es más. Paula se queda a dormir en casa. Dormirá en mi cama y yo en el estudio, en la atalaya. Siempre he querido hacerlo. Por la mañana, si aún llueve, me despertarán contra el tejado las gotas de agua. Paula me ha animado a comenzar el blog. Y yo me he lanzado de inmediato. La tengo al lado ahora, asesorándome, muy bien, por cierto. Las amigas están para no perder el rumbo, para no perder las ganas, para no olvidar quienes queremos ser. Tras estas palabras y un poco más de compañía, tras su colacao y mi vino, nos retiraremos al mundo de los sueños, donde confiamos, hoy, descansaremos profundamente. No echo de menos a ningún hombre. Ni a ninguna mujer. Excepto, claro está, a Molly, que en Orlando sigue, llenando su casa de música y de orgías de alegría. A ver cuando vienen las chicas del Sur de Estados Unidos a visitarnos. Frente a mí el sombrero de duende que regalaron a Jack en el Quite Man por comprar dos Guiness, una para él y otra para mí. Jack dice que me tome tiempo, todo el tiempo que necesite. Y yo me pregunto cómo puede ser que cada vez que lo veo tenga que volver a dejarle, cuando el paso más grande lo di hace cinco meses, al escapar de él para regresar al Mediterráneo. Hay hombres que no te sueltan. Supongo que es un halago, en el fondo, que te quieran tanto.