El error no está en la economía de mercado, que permite que dictaduras se suavicen o incluso desaparezcan, y homogeneiza un poco el mundo, que si bien es cierto que provoca la muerte de ciertas identidades, también lo es que nos acerca a todos.
El error está en la permisividad hacia el crimen: la estafa, la explotación, la especulación, la guerra, el hambre, la tortura, el asesinato, la miseria.
Todos necesitamos amor.
El error no está en el capitalismo. Ciertamente, yo no quiero ganar lo mismo que el vago de al lado, por muy divertido que sea en el bar. Quiero ganar, si me esfuerzo, ni que sea para hacerle un buen regalo al compañero. Pero no puedo ganar tanto que me permita apoderarme de todo y obligar a los demás a pagarme impuestos para sobrevivir, como si el tiempo me convirtiera en una señora feudal.
En el feudalismo, el mercado no podía florecer. Y sin mercado los artesanos nunca serían artistas.
En algunos sitios hay hermanos y hermanas que van a clase entre bombas, como hicieron nuestros abuelos. Y este país, a pesar de las ridículas bolas de tenis que pasan de un campo al otro porque somos así de garrulos, es un milagro, digno de reputados historiadores, periodistas, escritores.
Quizás un día estos hermanos y hermanas enseñan a sus nietos lo terrible que era la guerra y como no hay que volver a ella, como nuestros abuelos, a lado y lado, han sabido enseñarnos bien.
El error no está en la democracia, esta democracia, que vio la luz por primera vez en Estados Unidos en 1787 y que era del pueblo, no como las democracias clásicas, que eran para las élites. Las constituciones pueden modificarse, la ley no es deísta, y aunque a veces parece que no se use, tenemos desde hace 60 años la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aquel faro hacia donde se supone que nos dirigimos.
Errores los cometemos todos y a veces hay que cumplir condena por ellos. A veces hay que condenar. A veces hay que pedir que nos condenen. Pero no podemos dejar escapar la oportunidad de cambiar las cosas ahora, nosotros mismos. ¿Por qué no empezar por una mañana sin resentimiento, ni siquiera hacia la ejecutiva imponente que da órdenes por el móvil desde el asiento de enfrente y baja la persiana porque el sol le molesta en la pantalla de su agenda?
Por qué no sonreír y con toda tranquilidad decir: “perdona, te importa, es que estaba viendo al día despertar”. Y volver a subir la persiana y muy educadamente decir: “Muy amable, gracias”.
Luego preguntarle, “por cierto, ¿sabe usted de donde procede la tecnología que está utilizando? ¿Sí? ¿Sabe usted que como consumidora tiene derecho a exigir la manera como se procesa y como son tratados los agentes involucrados en el proceso? ¿Sabe que puede iniciar complots contra marcas? ¿Sabe usted el poder que tiene?”
El error está en la permisividad hacia el crimen: la estafa, la explotación, la especulación, la guerra, el hambre, la tortura, el asesinato, la miseria.
Todos necesitamos amor.
El error no está en el capitalismo. Ciertamente, yo no quiero ganar lo mismo que el vago de al lado, por muy divertido que sea en el bar. Quiero ganar, si me esfuerzo, ni que sea para hacerle un buen regalo al compañero. Pero no puedo ganar tanto que me permita apoderarme de todo y obligar a los demás a pagarme impuestos para sobrevivir, como si el tiempo me convirtiera en una señora feudal.
En el feudalismo, el mercado no podía florecer. Y sin mercado los artesanos nunca serían artistas.
En algunos sitios hay hermanos y hermanas que van a clase entre bombas, como hicieron nuestros abuelos. Y este país, a pesar de las ridículas bolas de tenis que pasan de un campo al otro porque somos así de garrulos, es un milagro, digno de reputados historiadores, periodistas, escritores.
Quizás un día estos hermanos y hermanas enseñan a sus nietos lo terrible que era la guerra y como no hay que volver a ella, como nuestros abuelos, a lado y lado, han sabido enseñarnos bien.
El error no está en la democracia, esta democracia, que vio la luz por primera vez en Estados Unidos en 1787 y que era del pueblo, no como las democracias clásicas, que eran para las élites. Las constituciones pueden modificarse, la ley no es deísta, y aunque a veces parece que no se use, tenemos desde hace 60 años la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aquel faro hacia donde se supone que nos dirigimos.
Errores los cometemos todos y a veces hay que cumplir condena por ellos. A veces hay que condenar. A veces hay que pedir que nos condenen. Pero no podemos dejar escapar la oportunidad de cambiar las cosas ahora, nosotros mismos. ¿Por qué no empezar por una mañana sin resentimiento, ni siquiera hacia la ejecutiva imponente que da órdenes por el móvil desde el asiento de enfrente y baja la persiana porque el sol le molesta en la pantalla de su agenda?
Por qué no sonreír y con toda tranquilidad decir: “perdona, te importa, es que estaba viendo al día despertar”. Y volver a subir la persiana y muy educadamente decir: “Muy amable, gracias”.
Luego preguntarle, “por cierto, ¿sabe usted de donde procede la tecnología que está utilizando? ¿Sí? ¿Sabe usted que como consumidora tiene derecho a exigir la manera como se procesa y como son tratados los agentes involucrados en el proceso? ¿Sabe que puede iniciar complots contra marcas? ¿Sabe usted el poder que tiene?”
Y tanto que el error esta en la economia de mercado que es depredadora y atroz. Que establece la ley del más fuerte, y deja a los debiles indefensos.
ReplyDeleteSi no hay igualdad de oportunidades no hay democracia, si no hay justicia no hay democracia, si no hay derechos y deberes iguales para todos/as no hay democracia. Y aunque las economias de mercado se vistan de democracias, solo una parte goza de esa democracia al cien por cien, la de poder elegir.
La economia de mercado, explota a los que tienen materias primas, y sobrevalora a los que hacen productos manufacturados, colma de riqueza a los que especulan, y obligan a perder derechos laborales y jornadas de 16h diarias a los que producen...
La economía de mercado de hoy es una democracia controlada por los empresarios con la tácita aprobación de los poderes intelectuales y de información puesto que así se benefician ellos.
ReplyDeleteNo es ningún secreto que existe la corte y luego nosotros, las masas.
Pero la economía de mercado puede estructurarse de otro modo, justo y con igualdad real de oportunidades. Sin estafa, explotación ni manipulación.
¿Imaginas un mundo que no se rija por la economía de mercado?
¿Cómo sería?
El camino está en la disidencia combativa. Combativa desde la paz. Para sanear un sistema enfermo que arrastramos desde Egipto.
Quizás puede parecer lento.
Pongamos que garantizamos una Renta basica que asegure a todo el mundo los bienes de primera necesidad, pongamos que los servicios publicos son gratuitos, que existe una banca etica pública que garantice prestamos sin intereses abusivos. Pongamos que ponemos la Tasa Tobin a los capitales invertidos en paraisos fiscales y en capitales especulativos, y que generemos beneficios fiscales a los que invierten en economia productiva, qeu aseguren puestos de trabajo con todos los derechos laborales.
ReplyDeletePongamos que los paises productores de materia prima se les conmuta la deuda externa, y que se pagan precios justos a sus mercancias.Pongamos que se destina el dinero del armamento a la lucha contra el hambre y se asegura agua para todo el mundo.
Pongamos que empezamos a hacer una educacion de valores en solidaridad, justicia, libertad, creatividad...
Y despues de eso cual es el espacio para la economia de mercado??
Los mercantilistas seguirian apostando para tener ganancias inferiores...no lo creo.Participan por que se enriquecen, y enriquecerse esta muy muy lejos de lo que se necesita para vivir.Por eso se ha ido acrecentando las distancias entre los que mas tienen y los que menos tienen.Y por eso los que mas tienen cada vez son menos, pues concentran capitales, y los que menos tienen son más, pues son expulsados del sistema.
En un viñeta grafica de un diario, cuando la caida del muro..."Un burgues leyendo el periodico comentaba: que triste mueren de hambre delante de escaparates vacios, y un progre respondia: es más triste cuando se muere de hambre delante de escaparates llenos".
Las dos muertes, son igual de crueles...pero la sobreproduccion, el sobreconsumo innecesario del primer mundo es feroz, salvaje y atroz.
un saludo
Pongamos...
ReplyDeleteY pongamos que nosotros, como público, somos los primeros en dejar de consumir los productos corruptos y vejatorios de una sociedad vejatoria y corrupta.
Saludos y gracias por tu visita y exquisitos comentarios.