En tiempos difíciles, tenemos la tendencia perversa a morder a nuestros compañeros y compañeras como si fueran culpables de la situación de agravio en la que nos encontramos.
Y es que siempre es más fácil enseñarse con un igual o con alguien más débil que con la mano que agita los hilos desordenadamente, creando confusión, injusticias y caos.
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