Una comitiva llamó ayer a la puerta con un grito inconfundible de Halloween.
─Pensaba que esto sólo pasaba en América ─les dije cabizbaja.
No tenía monstruos saliendo de las paredes ni caramelos ni iba disfrazada de bruja, buena o mala.
─Es una bruja buena ─dijo una de las niñas.
─No ─dijo otra─, es una bruja mala.
Vale, no me hacía falta disfrazarme, pero seguía sin caramelos.
─No tengo nada.
─¿Nada, nada?
─Nada.
─ ¿Ni un chicle?
─¿Ni patatas?
─¿Chocolate?
─¿Castañas?
Suspiré desanimada, eran veinte rostros expectantes. Quienes hayáis pasado por un Halloween sin nada que ofrecer a los niños y niñas que disfrazados, con ilusión y alegría, vienen a arrancarte de tu triste y gris tarde de otoño, sabréis la tristeza de espíritu tan grande que se siente.
Me sentí que no valía nada.
─Esperad un momento… Voy a ver que encuentro…
Rebusqué en la cocina, en la despensa, en el bolso.
─Sólo tengo estas galletas de zanahoria y almendra. Son muy buenas y muy sanas ─Anuncié sin alborozo.
Lo que hubiera querido tener son boniatos y castañas.
─Dame ─dijo una niña en la fila de atrás─. Yo me las comeré.
Y todos en coro me dieron las gracias y se fueron corriendo hacia la siguiente puerta.
Luego recordé que tenía chupa-chups y salí al balcón. Pero la noche ya se los había zampado.
Es como decía pere calders en "invasió súbtil" uno de sus cuentos, nos habrán invadido y no nos habremos dado cuenta.
ReplyDeleteDe no tener nada para niños llamando a la puerta en Halloween no sé (porque no me ha pasado), pero de niños con panderetas cantando villancicos y pidiendo el aguinaldo y yo sin nada de dinero suelto sí sé, así que me puedo hacer una idea de cómo te sentiste...
ReplyDeleteHa ha... Estos niños que no nos dejan pasar de las fechas señaladas...
ReplyDelete