Wednesday, June 29, 2011

Niños que juegan al fútbol



─ Mamá, ¿Cuándo sea más mayor, me dejarás venir a jugar al fútbol aquí?

Pablo se ha detenido y señala hacia un lugar indeterminado, entre edificios, un hundimiento deliberado, un proyecto abandonado de parking, quizás, con un bloque de tres pisos por techo.

Lo miro algo confundida. Si yo fuera una niña algo mayor, vendría aquí a darme el lote, pero ¿a jugar al fútbol?

Pablo, ansioso por mi respuesta, se apresura a ilustrarme:

─ Los niños más mayores juegan al fútbol aquí. Los he visto. A mí me gustaría venir.

Confío totalmente en su criterio y digo:

─ Pues claro que sí, Pablo. Cuando seas más mayor…



Tuesday, June 28, 2011

Alegría en una botella con lazo esmeralda


Aprendo de mamá. Con todos sus dolores, secuelas y cargas, jamás los proyecta. Siempre llega con una sonrisa y una anécdota simpática, de la calle, del tren, de la florista donde compró la flor que me regala. Nunca me hace sentir mal.

Ofrecer una historia divertida es una buena práctica. Comenzamos con buen pie, ahuyentamos los fantasmas, el enojo, evitamos el círculo vicioso del mal que tanto agota en ciertos encuentros.

A veces exploto en la oficina y sin poder controlarlo comienzo con las quejas y las críticas. Mis compañeras discretamente se van, primero una a la fotocopiadora, luego la otra a por unos papeles. En el vacío, la negatividad da vueltas y estoy deseando que vuelvan con alguna historia de pasillo que rompa el peso oscuro que yo misma creé.

La alegría es el bien más preciado que poseemos y hay que preservarla a toda costa. Quizás por eso he desarrollado esta frivolidad extrema, para ahuyentar mis miedos y monstruos, para no transmitirlos, para protegerme de los miedos y monstruos de los demás.

Quisiera tener una botella mágica, donde guardar la alegría exuberante que a veces me sobra y poder dar de beber, cuando se me acaba. Y montarme una bodega, regalar botellas con lazo esmeralda que borraran el mal humor y la negatividad, para que al vernos siempre nos cargáramos de energía.



Wednesday, June 22, 2011

La luciérnaga


En una noche oscura, sin luna, entramos en el bosque. Resbalé, caí, me diste la mano. No se veía nada. Volvíamos de una verbena y la grappa comenzaba a hacer sus efectos. Estábamos solos en el centro de la Toscana. No teníamos ni idea de dónde estaba la cabaña.

Nos guiamos unos metros por la dulce fragancia de los racimos de acacias que colgaban alrededor nuestra provisional morada. Y entonces, se hizo la luz. Perplejos observamos como detenida ante nosotros flotaba fantasmagóricamente una luciérnaga, tan luminosa, tan tranquila, tan hermosa. Entramos en su halo y la seguimos. Por increíble que nos pudiera parecer, la luciérnaga nos guió directos a la puerta de la cabaña y una vez allí, se deslizó lentamente hacia el interior del bosque. Esa noche supimos que nuestro amor contaba con la bendición de la naturaleza.