No pensaba que el cambio fuera a ser tan inmediato.
Existe un diminuto enclave recluido al que, para acceder, hay que trepar por unas rocas. Suelo pasar cerca cuando salgo a correr los sábados por la mañana. Me gusta detener el cardio a mitad de camino para hacer un poco de escalada y después seguir corriendo. Allí, junto a pescadores atrevidos, se esconde la última reserva naturista del municipio, después de que progresivamente hayan ido cerrando los rincones pseudo-oficiales de nudismo.
Pues bien, cuál ha sido mi sorpresa cuando esta mañana mis rocas estaban rodeadas por siete agentes de la policía municipal, que exigían a las cinco personas que allí había (no caben más de quince – sentadas) que se vistieran o abandonaran el lugar. He preguntado a un agente cuál era el problema y, no sólo no me ha respondido, sino que me ha dado la espalda.
De regreso, he variado mi ruta para pasar por el mismo lugar. La policía había marchado, quedaban tres personas, una en el mar y los dos pescadores. Todos vestidos.
Luego me aguardaba otra novedad. En la playa menos turística han plantado un negocio de tumbonas que ocupa 200m2, es decir la mitad de la playa. Hasta los chavales que vienen a jugar al voley han visto reducido su espacio. Imaginad la impresión que da ver a los vecinos apilados en un rincón y cien tumbonas sin estrenar vacías.
Eso es obscenidad.
Os diré qué más me parece obsceno:
Las joyas, los diamantes, sabiendo de las guerras y genocidios para conseguirlos. Los inútiles que chupan del bote sólo porque descubrieron un secreto; en el Chicago de los 20 se les mataba, en la España post-franquista se les premia. Que los banqueros se suban un 37% el sueldo, con lo millonarios que ya son y visto el panorama desalentador. Y los gobiernos, que recomiendan a estos chorizos no atribuirse primas durante un tiempo. ¡Recomiendan! Nada de “vístanse, coño, o los llevamos a comisaría”.
¡Qué alegremente la gente se cambia el móvil y otros gadgets a costa de la explotación de las minas del Congo! Es de cultura general saber de la guerra por el control del coltán, en la que murieron 4 millones de personas y 40.000 mujeres denunciaron violación. A día de hoy, los supervivientes viven y mueren en la miseria, como cualquier comunidad en cualquier lugar del mundo donde se encuentren recursos naturales. El consumo frívolo es básico para la felicidad en Occidente. Ficticiamente nos aleja de una depresión emocional endémica provocada por el simple hecho de que nuestras vidas no significan nada para nadie, ni siquiera para nosotros mismos.
Cuanto menos tengo, más feliz soy.
Conozco a un hermano que se hizo ermitaño. Son cuatro ermitaños que se han encontrado con algunos más, por el camino. Y el tiempo es infinito, para ellos. Nunca sufren. Ningún dolor, ninguna obsesión, ninguna enfermedad. No consumen. Están libres de culpa.
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