Al entrar en la farmacia, las chicas han salido corriendo al
mostrador:
— Sí, sí, es ella — ha dicho a las demás la que más me
conoce.
— ¿Lo ves? ¿Lo ves? — Ha exclamado otra, dirigiéndose a la
licenciada — ¡Te dije el otro día que era ella!
Las cuatro reían y me miraban y yo he preguntado:
— ¿Qué pasa?
— Te vendimos una crema el otro día — informa una, casi
gritando.
— Y no te hicimos el descuento — dice la otra, a punto de
estallar de júbilo.
— Ten — me extiende la chica que normalmente me atiende —,
una bolsa con muestras y un euro con 12 céntimos de vuelta.
— Bueno — bromeo yo — tener fans debe ser parecido a esto.
Y se ríen y se vuelven saltando a la trastienda.
— Chicas — llamo —, ¡que necesito un medicamento!