Pero por fin conseguí escapar de la
oficina y corrí feliz como una cría hacia la nevera donde me
esperaba mi fantástico túper de conejo a la cazadora, con sus
setas, sus patatas asadas y su reducción al vino del Segre.
Pues bien, salvo por un yogur que no
era mío y una manzana podrida, la nevera estaba vacía. Me quedé
tan estupefacta que la cerré, salí al pasillo, volví a entrar y
repetí la operación, no fuera que el estrés me estuviera
cambiando la realidad que veía. Nada.
Me fui al bar y me pedí un bocadillo.
Por la tarde puse una nota en la
nevera: “Alguien se ha comido mi conejo a la cazadora”.
Hoy (no sé cómo se me ocurrió tan
fantástica acusación) he sido objeto de broma por los pasillos.
Y eso me ha alegrado bastante el día.
No siempre se presenta la ocasión de hacer un poco el payaso.
Bonita alucinación, a más de uno se le hará realidad, incluido uno, claro.
ReplyDeleteSalud
Bueno, y bromas aparte. ¿Quién lo hizo? ¿Por qué?
ReplyDeleteJa ja, Manuel. Sólo que es real, como la vida misma.
ReplyDeleteJordi, ni idea. Eso querría saber yo. Luego resulta que también desapareció el plátano de un compañero y la natilla de otra compañera. Quizás alguien con hambre abrió la nevera y escogió menú.
O eso, o hay por ahí algún sujeto aburrido y suelto al que podría pasarle algo de trabajo...
¡Se admiten explicaciones!
(hoy el túper no se ha separado de mí)
¡Jajaja! Recuerdo que, tristemente, malgastaba papeles con mi nombre en mi merienda a la hora de meterla en la nevera en el curro...
ReplyDeleteHay gente que ve el cielo abierto cuando se trata de "compartir" frigorífico o cocina...
Bruja
me ha pasado, de las decepciones más cabronas. Pero se supera rápido.
ReplyDeleteUn beso!
Desde luego, es solo una anécdota :-) Ya me he comprado otro.
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