Thursday, December 13, 2012

¿Dónde está la belleza?

Cuando todo hubo terminado (al menos la parte que les correspondía a ellos), Clarisa pidió al enfermero que le alcanzara el bolso. Se mojó el rostro con una toallita, se aplicó una crema de marca, versión muestra-regalo y que reservaba para las emergencias, se untó una pizca de carmín en los labios y le dijo al enfermero:

– Ya puedes decir a mis padres que entren.. Y... Dani... Gracias por todo, la vía al final está aguantando el trote.

El enfermero Dani se acercó para comprobar que todo seguía en su sitio, revisó la bolsa de medicamento y salió por la puerta.

– ¡Qué presumida! – observó la paciente de la cama de al lado.

– Por fuerza – se defendió Clarisa, tratando de enderezarse un poco –, las chicas que no nacemos guapas debemos cuidarnos más. Tengo una compañera en el trabajo, alta, delgada, pero con curvas, preciosa de cara, elegantísima de movimientos, puede estar vomitándote encima y aún es guapa... No es mi caso.

– Pero, no por arreglarte más, estás más guapa. Eres la misma, más disfrazada... La belleza está dentro...

Clarisa observó a aquel ser que nada tenía que ver con ella, excepto la feminidad, quizás, y con quien tenía que socializar a la fuerza porque ninguna de las dos iba a moverse de allí en un tiempo. Tenía un rostro ovalado, tranquilo, equilibrado. La nariz en su sitio, las orejas de tamaño normal, los labios sensuales y la piel rosada. Ella, al contrario, lo podía comprobar ahora mismo en el reflejo que le devolvía el espejo del baño, cuya puerta había quedado abierta, tenía la piel amarilla, la nariz torcida, un ojo más grande que el otro y la mirada estrábica.

Durante días dormía con aquella pregunta flotando y dominando sus sueños. ¿En serio no importaba si se ponía ropa que la favoreciera, si dejaba sus ojos sin maquillar, desproporcionando su rostro, si dejaba crecer sus cabellos de modo que acabara convirtiéndose en un espantapájaros?

El problema (¡cómo no lo había visto antes!) era Eva Mendes. ¡Era injusto que Clarisa no fuera Eva Mendes! Y si hubiera tenido el dinero para operarse y ser como ella, no hubiera sido lo mismo, porque ella ¡quería ser Eva Mendes!

... Pero bueno, se consoló, mejor, por una vez, pensar en estar chorradas que en todo lo demás.

He ahí una mujer que hubiera sido más feliz crecida directamente en la superficialidad, sin arte, ni historia, ni filosofía, ni discos, ni amor, ni preguntas.

Estar todo el tiempo delante de la televisión no garantiza que no volvamos a caer al interior de nosotros mismos.

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