Y aquí estamos, otro fin de año. Como
es tradición, llevas toda la cena riendo con la amiga que vino
conmigo. No escarmiento nunca. O quizás sí. Prefiero que te
enrolles con mi amiga que con una pájara insoportable a quien tendré
que aguantar meses, hasta que te hartes.
De San Juan a Nochevieja, de mi
cumpleaños al tuyo, al de Carlos, al de Toni, al de Eva. Un año
más. ¿No te das cuenta?
Por supuesto, nunca me atreveré a
delatarme. Soy perfectamente capaz de buscarme la vida. Por mucho
frío que haga, nada sustituirá a mi cazadora tejana. Prefiero ser
tu amiga hasta la muerte.
Y ahora ya estamos todos borrachos y yo
me enrollo con alguien también, porque si no, no sería una fiesta.
Unas bromas, unos juegos, unas risas, me escapo de los brazos, de la
baba, de la metálica inquietud. Miro, no te encuentro, me tambaleo
por el pasillo, abro todas las puertas, no estás, no estás. Me
vuelvo loca. La mítica canción que todo lo resume llega siempre en
un momento como este. Todos comienzan a saltar. Me dicen que no grite
tanto.
And so we're told this is the golden
age
And gold is the reason for the wars we wage
And gold is the reason for the wars we wage
Se acerca la mañana azul, errante.
Camino sola a casa. Entro sin hacer ruido, pero cruje todo. Papá
está casualmente despierto y me desea feliz año nuevo.
¿Por qué siempre tengo que echarte de
menos?
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