No me acordaba.
“Me pediste que los guardara, tenías miedo de perderlos”.
En la tarde ya no había sombras y
Matías encendió su pipa.
“No recuerdo...”, dije.
“Son de
tu amiga, de América, eran de su abuela. Tenía miedo de perderlos y
te los dio”.
Entonces recordé, bendita Amantis, memoria de las
historias. Y a la luz de la vela, rememoré la última tarde con
Claudia y su marido y cómo en las prisas y el miedo nos regalaron
todas sus pertenencias a los amigos, la familia de aquellos días que
habían de ser esplendorosos pero que se tornaron tan turbios.
Y mientras contaba la historia, arropada en el amor de Amantis y Matías, tan precioso, tan necesario,
supe que ya era esto, una historia. Y que por tanto estaba
quizás capacitada y lista para escribirla.
“Un día tienes que escribir todo
esto”, dijeron mi familia de entonces.
Voy a ver si sé.
Pues ánimo, esperamos.
ReplyDeleteGrazie!
ReplyDelete¡Ya quisiera haberme portado tan sensato con el anillo de sello del abuelo! Que Henry James sea contigo.
ReplyDeleteJa ja. Creo que a menudo es la sensatez ella misma quien se ocupa de todo sin que nosotros intervengamos demasiado... Como bien has recordado recientemente, a veces, la rima... Henry James... Ummmm, gracias por la música...
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