He aceptado la evidencia:
yo no cuento la verdad. En muchas ocasiones, ni siquiera es que sea
mi verdad, es decir, que no se trata de un tema de subjetividad, de cómo veo yo
las cosas. No, no; tiendo a fabular hacia una realidad que me viene
bien al contar las cosas y que incluso supone para mí una revelación. ¿Por qué habré dicho que fui el jueves si fui el martes? ¡Un misterio!
¡A ver ahora quién me va
a dar trabajo!
Creo que me
sentiría mejor si volviera a leer a Nietzsche. ¡O las habichuelas
mágicas!
Bueno, en verdad no me siento mal. Dicen que aceptar es libertad.