La gran diferencia entre nosotros es que tú nunca has querido disimular que humilde no eres.
No me molesta la soberbia. Pero me irrita la falta de elegancia. Y eso que te las das de caballero galante.
Cuando controlas siempre, los fallos son más elementales, más desagradables.
No es lo mismo ser caballero galante que construirse caballero galante.
Crees que siento envidia por tu prospectivo éxito. No. Siento hacia ti la misma aversión de siempre. Tus poemas buscan el fuego, pero son blandos, saturados. Nada que ver con el barro, la sal, la sangre.
Nada de lo que dices logra conmoverme. Crees que dominar el medio es triunfar. Y yo sólo escucho bla bla bla.
El triunfo es la vida. Y conocer el límite del propio talento.
Ser escritor es algo más que haber comprendido el correcto uso del lenguaje y los mecanismos que facilitan la transmisión de una historia. Los ejercicios de escritura son necesarios, pero no constituyen esa luz que logra cambiar una vida.
No busco el reconocimiento ni un bestseller. Busco la rabia, la pasión, el cambio.
¿Qué buscas tú?
Deja de aburrirme con la académica verborrea que montaste como escudo a los siete años. Cuando muestres lo que tienes dentro, quizás dejes de ser un pelmazo.
Y conste que de no haberte forzado a ti mismo una vez más en la burbuja sagrada donde sólo entran los grandes, hubiera continuado sonriéndote por las calles como a cualquier vecino.
P.S. Por ejemplo, en esta última frase no era necesario ser políticamente correcto y decir “como a cualquier vecina o vecino”.