Lo que pasa esta semana es que estoy extenuada por el esfuerzo de simular que todo va bien cuando el mundo entero funciona sin lógica.
Hubo una vez en que sentí nostalgia anticipada, sabía que un día sentiría nostalgia de lo que estaba viviendo.
Hoy no siento nada. Me desplazo.
No es tristeza, ni siquiera apatía. Soy feliz en mí. Es el resto que me molesta.
Supongo que todos estamos igual. Saqueados, violados, explotados.
Pero yo no me puedo quejar. Tener un trabajo hace que aumente mi nivel consciente de responsabilidad, dado que hermanos y hermanas no tienen qué comer.
Puta consciencia. Puta propaganda judeo-cristiana.
¡No existen esos hermanos ni hermanas! En un terremoto, correrían sobre mi esqueleto para salvar el pellejo. Lo veo en sus rostros.
Arrancar una sonrisa a alguien es más difícil que encontrar un euro en la calle.
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