En el festín de los egos, el pueblo sabe que ninguna de las batallas fantasmas va con ellos.
Cuando reclamas justicia, te persiguen, te encierran, roban a tu familia, mancillan tu orgullo y tu cuerpo, o te torturan.
A veces también te cuentan en teatros coloridos que los del pueblo de al lado son el enemigo. Y así derivan tu odio lejos de ellos,
los opresores, los explotadores.
los opresores, los explotadores.
Ya sabes…
Al hambre no le importan los nombres. La tierra es rica. La parafernalia, los adjetivos, las metáforas, la censura, el engaño y la vergüenza son el estigma. Tu vestido, tu música y tu palabra son sólo manifestaciones. No son la vida.
Príncipes y princesas: el pueblo, somos más.
La única guerra lícita es la del pan.
Y todos estos millonarios que llevan a empresas a la quiebra y luego reciben bonos del estado, deben estar en la cárcel, en una bien barata, hacinados con los acusados de hurtos que quizás sólo robaron porque tenían hambre, y no porque quinientos metros de palacio sean insuficientes.
Qué ironía que los ricos sean físicamente tan repelentes y tengan estas voces de pato-culo-roto. Pobres, quizás su problema es simplemente psicológico, y en su falta de auto-estima se dedican a joder al prójimo.
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