Tuesday, March 15, 2011

La pereza de leer la ley

Trabajar en el Área de Relaciones Internacionales tiene estas cosas. Corremos contra-reloj, somos el último eslabón, la llamada de emergencia, actuamos rápido en situaciones de crisis, si podemos, te salvamos el pellejo.

Ha habido momentos duros. Desapariciones nunca resueltas, muertes trágicas imprevisibles, personas sin dinero ni recursos, sin vinculación a la universidad, sin protección legal. Poco puedes hacer, más que humanitariamente ayudarles a encontrar un modo de salir del agujero.

No somos una ONG, pero tampoco somos una agencia privada de intercambio de estudiantes y no es la productividad la que mide nuestros logros, sino la eficiencia en relacionarnos con los demás.

Somos trabajadores públicos, de distinta condición y contrato, pero con una vocación de servicio. Y por lo general, salvamos las castañas del fuego. La mayoría de las veces haciendo horas extras que no vamos a reclamar ¿Para qué? En el fondo, nadie nos obligó a quedarnos hasta las nueve un viernes. Nadie excepto el deber.

Cuando se critica a los “funcionarios” me pregunto a quién se refieren ¿Los pesados de las teleoperadoras que te persiguen cuando quieren venderte algo y que sin embargo nunca responden cuando te falla el adsl? ¿La compañía de la luz o del gas? ¿Habrá mayor pandilla de escaqueo que las grandes compañías?

Los trabajadores públicos los pagamos todos y creedme, la gran mayoría de nosotros somos conscientes de ello. Trabajamos para que la burocracia sea queda vez más ágil y lógica. Trabajamos por los intereses comunes de la sociedad sin buscar más beneficio por ello que nuestro humilde sueldo y nuestra satisfacción moral.

Hace poco necesité unos papeles. Después de media hora de cola en el registro, sin cita previa ni nada, me atendieron y me proporcionaron todo lo que necesitaba, gratis y ¡en el momento!

Sí, a veces hay largas esperas en la seguridad social. Pero he hecho esperas más largas, en Estados Unidos y pagando. Para salir del avión, sin ir más lejos. Para el supermercado, ya puestos.

Tendemos a creer que aquí en España somos unos paletos, pero una inmensa minoría sabemos de ciencia, de música, de teatro y literatura, de nuevas tecnologías, de amor y de amistad, de criar a nuestros hijos, hablamos idiomas, podemos programar, y trabajamos bien, en la pública y en la privada, somos eficaces, sentirnos útiles nos llena de satisfacción, nos da historias que traer a casa y amenizar la cena de los nuestros, preferimos estar orgullosos de lo que hacemos y que el día pase entretenido y rápido que arrastrarnos por los pasillos sin que pasen las horas. Muchas veces nos cargamos con trabajo doble, solo porque hacemos en diez minutos lo que otros harían en dos horas (o todo un día, ya puestos).

Chupópteros los hay en todas partes, incluso en los mendigos, porque es inherente a cierto tipo de personalidad creer que los demás te deben algo.

Quien no tenga vocación de servir, debe ser obligado a renunciar. Quien robe, se aproveche, abuse del poder, se corrompa, se columpie, no se presente a su lugar de trabajo, se niegue al reciclaje obligatorio, asesine, mienta, pervierta, esconda pruebas, torture y trate de manipular la verdad para lucro personal (económico o psicológico) debe ser juzgado y expulsado, penalizado o sometido a tratamiento.

El mundo no se arregla hasta que los enfermos emocionales (públicos y privados) dejen de joder a los demás.

Eso no quita que sea cierto que hay mucho incompetente (o directamente poco inteligente) que está ahí, cobrando lo mismo que yo, que me deslomo (¡ojo! Por ser competente e inteligente, que una no nació así). Pero mirad a vuestro alrededor, están por todas partes. Es tan incomprensible que aprobaran unas oposiciones como que consiguieran un puesto de trabajo en la empresa ¿no?

Entraríamos aquí en la dialéctica de si la gente tonta merece un espacio en nuestra sociedad. De si la gente que llama para pedirte un número de teléfono y no tiene ni papel ni lápiz para apuntar, merece hacer esa llamada. De que si los requisitos son unos, llames para preguntar si, con otros requisitos distintos a la convocatoria, te puedes presentar. De que si te curras una página web de puta madre, con toda la información legal, los niños te llamen para que se lo resumas en “palabras”, que no tienen ganas de leer.
─ Verás, si quieres, vuelves a llamar cuando estés delante del web y yo te resuelvo cualquier duda.
─ Pero entonces ¿Me lo tengo que leer todo?
─ Bueno… Es la ley.

¿Por qué da tanta pereza leer la ley?

Por suerte, es mi impresión, la gente en general es lista, buena y solidaria. Como en Japón.

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