Thursday, September 01, 2011

La fiesta en la puerta de al lado

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Camino de la playa, me cruzo con el vecino, que vuelve.

    ¿Qué tal el agua? — Pregunto.
    Comenzaba a removerse un poco, han empezado las olas. Si te das prisa, aún la pillas transparente. Pero sólo te queda media hora de sol.
    Ya, ya lo sé. Suficiente. ¿Qué tal las vacaciones?
    Las empezamos hoy.
    ¡Joder, qué suerte!
    Pues sí, además dicen que va a hacer un mes de puta madre y como no tenemos pasta para irnos…
    Pues nada, a disfrutar de la playa vacía…
    Queríamos comentaros, van a venir unos amigos de fuera unos días.
    ¡Qué bien!
    … Sí, sí, pero, bueno, que a lo mejor alguna noche, en la cena, hacemos algo de follón.
    Bah, no te preocupes, nosotros dormimos con la fiesta y si molestáis, ya os lo diremos, vosotros trankis y a disfrutar de las vacaciones.

Llego a la playa y en efecto me quedan diez minutos de agua cristalina y un sol roto. Las nubes ya trascienden las montañas y polarizan la tarde.

Estoy contenta de que los vecinos se queden, estoy contenta de que van a traer a gente y que al otro lado de la puerta escucharemos por unos días el arrumaco de las vacaciones, aunque sean las de otros. Exultante, chapoteo en el mar y doy vueltas y construyo un círculo de espuma mi alrededor.

Nunca nos ha molestado el ruido de fiesta. Gritos, peleas, golpes y cosas que bruscamente se rompen, sí, insoportable, pero con las fiestas, tenemos la suerte de caer profundamente dormidos, como si perteneciéramos y, ya cansados, nos hubiéramos retirado a una habitación a descansar un rato. Ni un pensamiento negativo ni memoria de los problemas pasados o pendientes de la jornada laboral. Sólo el eco de alegría y fiesta.

Deseo que los vecinos tengan unas muy buenas vacaciones y que así, indirectamente, las podamos nosotros alargar.

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