No era la única alternativa, ni la última. Aún podía haber continuado mancillando mi orgullo y pedirle a Silvia que me aceptara en la zapatería por unas pocas monedas al día. Ella no podía pagarme, apenas dos o tres clientes compraban zapatos, que costaban ya lo que el sueldo de medio mes y yo hubiera aprendido un oficio. Pero Silvia tenía los hijos que yo nunca tuve, el marido que me robó y en consecuencia la casa y comodidades que hubieran sido mías, si Federico no hubiera pensado a los diecisiete cuando tonteaba con las dos, que ella iba a ser mejor madre.
Mi primo me consiguió un coche a cambio de un favor que seguro iba a traerme problemas con la policía, pues todo trato con mi primo me traía problemas con la policía. Pero en ese momento me daba más bien lo mismo. Entre morir de hambre mientras el país entero se deprimía y ver qué pasaba si atravesaba la frontera… A las malas siempre me podría prostituir.
Así que cogí el saco de dormir, mi cesto y la mochila y me metí en un coche atroz que me congeló los huesos, en la negra noche sin poder subir las ventanillas que no funcionaban, hasta que decidió dejar de andar. No sé si nunca me he sentido tan sola, pero en ese momento me sentí muy sola y eché de menos ese hombre fantástico que nunca ha existido y que ya he dejado de esperar.
La niebla era tan fría que parecía nevar. De hecho yo pensaba que nevaba, hasta que más tarde me explicaron lo de la niebla. Más tarde fue en la casa que encontré siguiendo los secos ladridos de un perro. Cuando por fin llegué a la puerta, después de atravesar un bosque de hielo, pensé que si no me dejaban pasar la noche, lo mismo me desmayaba en la entrada y moría, de todos modos. Sólo yo iba a echarme de menos y ya no iba a estar para darme cuenta.
"más tarde me explicaron..."
ReplyDeleteQuè bo que hi hagi un "més tard"!
Qué bo trobar-se en despertar!
been there.
ReplyDeleteToujours le réveille!
ReplyDeleteMe gusta esa esperanza helada.
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