En la razonable sobriedad
del ser se comprende a la perfección lo que significa saber estar:
no derramar el vino sobre el sofá al servirse la copa, no enseñar
la ropa interior, no balbucear, no engancharse en discusiones, no
perder la verticalidad, no mearse encima de la risa, no caer por las
escaleras al marchar y gritar jubilosamente desde el portal, no
tener, al día siguiente, lagunas sospechosas sobre algo lamentable.
¡En fin, qué os voy a contar! Me hago mayor.
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