Sunday, June 10, 2007

Sangre

Si estuvieras rota en la calle con tu boca abierta y el sueño arañado por viejas cuerdas de guitarra en la resonancia borrosa de una madrugada sin ropa en los balcones, vendría tal vez un policía a mover con la punta del pie tu cuerpo inerte. Tarde. ¿Recuerdas aquellas tardes de helados y bicicletas en la playa? ¡Qué sonrisas cuando el circo de extranjeros pasaba por delante con sus pieles de cangrejo! Sombra bajo el porche. Esa excitación. Esa posibilidad. No quiero que estés triste. Pienso en lo que deberías pensar, positivismo. En la propia vida, sin más. Porque el resto no supone alegrías, excepto cuando Greenpeace detiene por unos instantes la barbaridad. Por ejemplo. Aquella chica japonesa contaba que sólo podía comer los pescados pequeños, porque los grandes sangran tanto, sangran como un animal de verdad. ¿Cómo comer sangre? Pero mira que está buena la morcilla. En la subjetividad de los valores la tolerancia es imprescindible. E inútil. Quiero a quien no me quiere, dice la canción. Quiere a aquel con quien estás, dice la otra. El abuelo murió y tenía una rosa roja sobre la urna de cristal. Blancanieves no era tan linda. Sin embargo la muerte fue antes, cuando la oímos llegar. En el bar los músicos cantan. Cantar ahuyenta el miedo. Aparte de eso, nada cambia. No puedo cambiar el mundo, pero puedo cambiar el mundo en mí. Palabra de Bono, Vox.

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