Friday, December 12, 2008

El sol de diciembre


He visto al sol de diciembre desafiar a la noche con corona dorada y estrellas de hojalata.
Cielo turquesa enlazado de amarillo y danzas cárdenas, como los besos invisibles de pájaros que entre hojas escarchadas olvidan.

He visto al sol caer, con la discreción y belleza del sabio que anunció la idea antes de regresar tranquilo a su cueva. Capaz que al irse fuera más joven que recién alertado.

¿Quién vio emerger a la luna del mar escarlata en un incendio de hielo?
¡La belleza! ¿Me oís! La belleza… No veo que levantéis cabeza. PDA’s, consolas y periódicos maltrechos tras un día de manos ávidas.

Los ojos, ¡miradme a los ojos! Mirad que miro hacia el vértice entre colinas donde el mundo se desvanece, rápido como un estornudo, corred, corred.

Un millón de personas sin luz en los States.

Apagad las máquinas, detened motores, ¡el invierno está aquí! Escapad de fábricas, oficinas, consultas de doctores… Ya encontraréis la excusa. Sois libres, ¡libres!

La hora precisa deben ser las 17.

Desertar, salir al campo, saltar al monte. Aunque sea sólo una brizna de hierba con acceso a un ojo en el cielo, o un montículo del parque desde donde atisbar esas nubes de ignición. Aún mejor, si podéis, trepad a un terrado. Y observad…


Si salís a las 17, os da tiempo, porque a las 18 el espectáculo recibe ya sus últimos aplausos. Y entre pantallas y esa mente que nunca para, habréis olvidado mirar a la vida a la cara. ¿Otro día?

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