Monday, March 26, 2018

La caja de bombones


No hay día en que no sufra a la mayoría. El chiste a la hora de comer con el que todo el mundo ríe y a mí me da vergüenza o lástima. La música, la literatura, la televisión, las películas. Suelo disfrutar aquellas cosas que los demás rechazan. Y si alguna vez sacan un producto que me encanta, lo quitan de las estanterías a las pocas semanas, lo mismo que una comedia que considero por fin divertida, inteligente y empática, todo a la vez. Mis preferencias no superan las pruebas piloto, porque la mayoría siempre gana.

Este es un tema recurrente, hablo de esto siempre, y escribo sobre ello cuando algo sucede que me hace enfadarme mucho, asquearme, tener ganas de otro sistema, no sé cual, por supuesto que nunca secundaría monarquías ni oligarquías ni totalitarismos, pero otro sistema, más justo con las minorías, las minorías que estamos en desventaja, se entiende, en peligro de extinción, ya sea porque hablamos una lengua minoritaria, porque pasamos de manifestarnos por una bandera o porque nos gusta Radiohead desde que solo los podías escuchar en un internet café.

Una vez me enredaron en una cafetería con un rollo de ver algo (sorpresa) a cambio de un regalo (sorpresa también). El algo era un rollo de serie de mierda que no se comprendía y estaba cortado con anuncios raros también. Pensé que era todo una broma. Tuve miedo de la llamada. Me llamó una señora muy amable que me hizo preguntas de lo más inverosímiles durante más de dos horas. Cuál era el color que creía que más había destacado. Qué me parecía la pareja del anuncio de la pareja. Cuántos pájaros había en la jaula. Cómo se llamaba el perro… Yo no sabía responder a ninguna pregunta, y a medida que avanzaba el tiempo, me parecía más una tomadura de pelo. Cuando no pude más, le dije: “perdone, ¿falta mucho? Es que es tarde, tengo hambre y, francamente, no sé qué están analizando, pero ya le digo que yo no sirvo, porque nunca coincido con la mayoría”. La señora me respondió: “no se preocupe, podemos usar hasta los criterios que parecen no válidos”. No supe si eso era bueno o malo, pero dije que, con permiso, daba por terminada la llamada.

Al cabo de una semana recibí el regalo, que tuve que ir a recoger a correos. Era una caja de bombones de esas típicas, rojas, de un piso, que no me gustan nada, aunque te las encuentras en casi todas las fiestas. Ojalá pudiera decir que esa es la vez que me he sentido mas gilipollas en mi vida. Pero no.

Friday, March 23, 2018

¡Manda huevos!


Siendo niña aprendí que era mejor un gag que una opinión. Como estudiante, hice preguntas difíciles y no di ninguna explicación. Como hija de obreros, supe que por muchos méritos que esgrimiera, jamás saldría de las trincheras. Como mujer, mastericé la frivolidad, pues de qué otro modo me iban a escuchar. Como catalana, sufrí la violencia por hablar catalán, a pesar de que en el artículo 3 del título preliminar de La Constitución se detalla que “La riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección”. Como republicana tengo a familia que nunca he llegado a conocer y de la que solo conocemos el final de uno, gracias a Montserrat Roig: el hermano pequeño de mi abuela, que fue deportado a Mauthaussen, con otros diez mil hombres y mujeres de “nuestro holocausto” que no sale en los libros de historia porque todavía NO HABLAMOS DE ESO.

Foto de la SER

Me llamó mi amiga americana y me preguntó "qué tal" y le conté; ella insistió, “no, no, que de la política, ¿cómo estáis?”, y le dije: “mejor no hablemos de política”. “¿Por qué no?”, se extraño ella. No sé, es como una consigna ¿no? En el trabajo, en la escuela de los peques, en el gimnasio, en las tiendas, en el bar, “mejor no hablemos de política, NO NOS VAYAMOS A PELEAR”.

Hay un gran déficit de diálogo, de discurso, de capacidad democrática, cuando crees que si hablas de política igual te van a pegar o denunciar o meter en la cárcel.

Los republicanos catalanes nos piden hoy desde la cárcel y el exilio que no tengamos rencor, que la vía Mandela es la vía que gana, que no tengamos miedo, que no tengamos traumas. Que no hay venganza, solo progreso. Paciencia. Corage. Estudio. Inteligencia. La democracia ganará...

Para que luego, encima, vayan diciendo por ahí que los catalanes somos unos cobardes, no como otros, que ponían bombas y se hacían respetar. ¡Manda huevos!



Thursday, March 22, 2018

Escuchando a Barriuso

No tengo tiempo para comer, ni cagar, ni el yoga, ni bailar ni tocar la trompeta. No tengo tiempo para este blog, ni para pintar, escribir cómics, restaurar, dialogar, cocinar, o ir a las radios a dar la brasa en los programas de los amigos. No tengo tiempo para los amigos, ni la familia, solo para la nuclear. No me detengo bajo la lluvia ni el sol ni me pongo a montar fiestas. Y siempre las monté yo.
Cuando Rita me despierta de noche y no puedo volver a dormir, quisiera salir al rellano a leer con un linterna, como a los trece años. Pero es difícil cualquier cosa con una mamífera colgada de la teta.
A veces creo que estoy pensando, pero en verdad ando estresada con preocupaciones: el orden de las tareas cuando llegue al curro, lo imprescindible en casa antes de que nos tumbe la noche y cómo arañar cinco minutos para mí, ni que sea para depilarme.
Sepáis que Lorca tampoco tiene tiempo ni de afeitarse (de pronto me pareció que sonaba a condena solitaria - cuando no es ni condena, ni solitaria).
Lo que sí puedo es escuchar la radio, en el coche, una hora de ida y otra de vuelta. Y Jorge Barriuso es una delicia siempre. Hoy: Samuel Beckett y su legado.

Monday, March 12, 2018

Una luna monstruosa


Estábamos toda la pandilla de vacaciones en un cámping de playa en el verano de nuestros dieciocho y parecía que por fin Iván se fijaba en mí.
Eran las fiestas del pueblo. Fuimos a la discoteca, donde jugamos a ligarnos a extranjeros y extranjeras, para salir corriendo en cuanto Julio diera la consigna. Julio era muy malo dando consignas.
Andábamos por la calle haciendo el burro (breakdance y otras acrobacias), orquestados por Gloria, que fue y sigue siendo una especie de manager de lo que sea, cuando ¡Casi nos atropella un coche!
Consternados, magullados, vimos al coche volcar. Vino la policía. Vino la ambulancia. La calle se llenó de gente, en el coche iban ocho y borrachos, la ambulancia se los llevó a todos.
Al irse las luces y las sirenas, nos fuimos a la playa donde estuvimos en estado de shock con las litronas que habíamos escondido entre las rocas. Era una luna llena de agosto, de esas monstruosas, que te hacen pensar que las ciudades, los estudios, el trabajo y todas tus aspiraciones artísticas no tienen pulsión y que lo único que debería existir es el amor y la música, aunque en el radiocassette sonaba, creo, Anthrax y yo era más de Pink Floyd.
Iván y yo nos fuimos atrincherando hasta montarnos una isla privada en la toalla. Entre saliva, arena que rascaba y gente que nos podía ver, nos dimos cuenta de que habíamos perdido el condón. Me pasé el resto de las vacaciones pensando que estaba embarazada, mientras Iván se enrollaba con una guiri y luego con una del pueblo.
Volvimos a casa como si nada hubiera pasado. Luego resultó que nada había pasado. Me vino la regla y tal.



Thursday, March 08, 2018

DUDH


Eleanor Roosevelt
Hoy es un día para mí emocional y chungo por cuestiones ajenas al 8 de marzo. A veces los incidentes, obstáculos y miedos se amontonan en pocos días y te sientes como una mierda. No pasa nada. Es natural sentirse así. Es bueno permitirlo.

He tenido la suerte de crecer rodeada de personas que me han educado y querido en la igualdad y la fraternidad, no sólo de género. Y tengo la suerte de compartir vida, en casa y en el trabajo, con personas sensibles, preocupadas por el entorno, por los demás. Solidarias. Amables. Inteligentes. Artísticas. Paritarias.

Un día, todo el mundo compartirá. No hay otro camino. El camino del arte. De la ciencia. Del periodismo. De la familia, sea cual sea el modelo. Del amor y la amistad. Y solo lo haremos si ponemos por delante siempre, en todo cuanto hacemos, los valores que nos hacen humanos.

Desde aquí os felicito, familia humana, la que vive acorde a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, por seguir luchando por una sociedad justa y sostenible.

¡Feliz día de la mujer trabajadora!