No tengo tiempo para comer, ni cagar, ni el yoga, ni bailar ni
tocar la trompeta. No tengo tiempo para este blog, ni para pintar,
escribir cómics, restaurar, dialogar, cocinar, o ir a las radios a
dar la brasa en los programas de los amigos. No tengo tiempo para los
amigos, ni la familia, solo para la nuclear. No me detengo bajo la
lluvia ni el sol ni me pongo a montar fiestas. Y siempre las monté
yo.
Cuando Rita me despierta de noche y no puedo volver a dormir,
quisiera salir al rellano a leer con un linterna, como a los trece
años. Pero es difícil cualquier cosa con una mamífera colgada de
la teta.
A veces creo que estoy pensando, pero en verdad ando estresada con
preocupaciones: el orden de las tareas cuando llegue al curro, lo
imprescindible en casa antes de que nos tumbe la noche y cómo arañar
cinco minutos para mí, ni que sea para depilarme.
Sepáis que Lorca tampoco tiene tiempo ni de afeitarse (de pronto me pareció que sonaba a condena solitaria - cuando no es ni condena, ni solitaria).
Lo que sí puedo es escuchar la radio, en el coche,
una hora de ida y otra de vuelta. Y Jorge Barriuso es una delicia
siempre. Hoy: Samuel Beckett y su legado.
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