No hay
día en que no sufra a la mayoría. El chiste a la hora de
comer con el que todo el mundo ríe y a mí me da vergüenza o
lástima. La música, la literatura, la televisión, las películas.
Suelo disfrutar aquellas cosas que los demás rechazan. Y si alguna
vez sacan un producto que me encanta, lo quitan de las estanterías a
las pocas semanas, lo mismo que una comedia que considero por fin
divertida, inteligente y empática, todo a la vez. Mis preferencias
no superan las pruebas piloto, porque la mayoría siempre gana.
Este es
un tema recurrente, hablo de esto siempre, y escribo sobre ello
cuando algo sucede que me hace enfadarme mucho, asquearme, tener
ganas de otro sistema, no sé cual, por supuesto que nunca secundaría
monarquías ni oligarquías ni totalitarismos, pero otro sistema, más
justo con las minorías, las minorías que estamos en desventaja, se
entiende, en peligro de extinción, ya sea porque hablamos una
lengua minoritaria, porque pasamos de manifestarnos por una bandera o
porque nos gusta Radiohead desde que solo los podías escuchar en un
internet café.
Una vez
me enredaron en una cafetería con un rollo de ver algo (sorpresa) a
cambio de un regalo (sorpresa también). El algo era un rollo de
serie de mierda que no se comprendía y estaba cortado con anuncios
raros también. Pensé que era todo una broma. Tuve miedo de la
llamada. Me llamó una señora muy amable que me hizo preguntas de lo
más inverosímiles durante más de dos horas. Cuál era el color que
creía que más había destacado. Qué me parecía la pareja del
anuncio de la pareja. Cuántos pájaros había en la jaula. Cómo se
llamaba el perro… Yo no sabía responder a ninguna pregunta, y a
medida que avanzaba el tiempo, me parecía más una tomadura de
pelo. Cuando no pude más, le dije: “perdone, ¿falta mucho? Es que
es tarde, tengo hambre y, francamente, no sé qué están analizando,
pero ya le digo que yo no sirvo, porque nunca coincido con la
mayoría”. La señora me respondió: “no se preocupe, podemos
usar hasta los criterios que parecen no válidos”. No supe si eso
era bueno o malo, pero dije que, con permiso, daba por terminada la
llamada.
Al cabo
de una semana recibí el regalo, que tuve que ir a recoger a correos.
Era una caja de bombones de esas típicas, rojas, de un piso, que no
me gustan nada, aunque te las encuentras en casi todas las fiestas.
Ojalá pudiera decir que esa es la vez que me he sentido mas
gilipollas en mi vida. Pero no.
Lo que llamas "mayoría" no es más que una abstracción: los borregos definidos con perfiles de marketing. En realidad todos pertenecemos a minorías, aunque es verdad que cada vez se empeñan más en que éstas no existan. No te sientas gilipollas.
ReplyDeleteja ja, yo creo que es bueno que me sienta gilipollas de vez en cuando.
DeleteSentirse gilipollas es sentirse humano. Yo no creo, por ejemplo, que Hitler se sintiera nunca gilipollas, por desgracia para todos los demás.
ReplyDeleteMe pregunto si Churchill, de Gaulle o Truman se sintieron gilipollas en algún momento.
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