Me despierta una brisa que se cuela por el balcón abierto y pienso “por favor, que no sea aún la hora”. No lo es, pero en vez de levantarme, sigo durmiendo. Si fuera viernes, pienso antes de retomar el último sueño, me levantaría ya a aprovechar la mañana, porque podría dormir el fin de semana. Claro, que pensándolo mejor, el fin de semana es cuando menos duermo.
Decido quedarme medio consciente. Recuerdo que anoche la luna rompió las nubes y entró en mi cama.
Me llega el aroma de café de algún vecino y las noticias en una radio lejana. Todo está en segundo plano, porque lo que más escucho son las gaviotas y las golondrinas. A ratos confundo alguna gaviota con un gato en celo. Con los ojos a medio abrir veo que el cielo está gris. Me doy cuenta en plan revelación de que hace tiempo que todas mis hermanas y hermanos están lejos.
Sin embargo, no les echo de menos. Eso sí, pienso en ellos, y en el día en que volveré a verlos.
Suena el despertador y decido levantarme de un salto, porque quiero disfrutar de la mañana y no ir corriendo, para variar. Desayuno en el balcón, bajo un cielo holandés, que comienza a desmigajar sus brumas. El vecino sale desnudo a recoger del tendedero una pieza de ropa. Nos damos los buenos días.
En la calle, camino del tren, una mujer con un perro echa polvos mágicos tras los pasos de los transeúntes. Me giro para constatar que no se olvida de mí.
En la esquina un camarero saca las sombrillas a la terraza y cinco camiones maniobran para entrar en las calles estrechas. La Rambla, por la mañana, se muestra respetuosa y ordenada. Respiro feliz el aire de mi ciudad. Después de mucho tiempo, por fin, vuelvo a sentirme en casa.
qué despertar más xulo!
ReplyDeleteNice colors. Keep up the good work. thnx!
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