En el sol de la tarde, dos patos atravesaron el espacio de cortesía entre la pareja de gatos de la masía. El hocico de la gata blanca brillaba como el polen. Los vecinos gallos y gallinas salieron de paseo con sus retoños. Algunos aún polluelos, otros en la edad de la confusión. El perro se acercó discretamente a controlar la situación. Las abejas, curiosamente, por fin se retiraron. Y en el interior de la casa, una luz gitana se posó sobre las sábanas.
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