Lanzo una soga al sol que atrapa a la nube ballena que me alza dócilmente con su hocico. A lo lejos el valle es un bosquejo de cuento. La ballena, colmada de viento, despliega hélices de plata y se convierte en avioneta, en dragón, en cocodrilo. Al agua, grito, cuando pasamos por un río, y el reptil descuelga su cola para que me deslice al vacío. Atravieso un árbol frondoso que me recoge con sus ramas mientras el árbol vecino me regala un higo. Ya en el suelo, el viento fresco llueve sobre mí un torbellino de hojas secas; las primeras. Las montañas ensombrecen sus dimensiones con verdes obscenos y juguetones esmeralda. Un orgasmo inesperado, largo y dulce, en manos curiosas y amables. En su anonimato reside la luminiscencia. Deseo, conocimiento, nostalgia… Cuando despierto, el bosque respira una tarde de risas y de oro. Recuerdo…
En días así, lo que importa es vivir.
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