Wednesday, September 24, 2008

Esperando el día del parque

Víctor no calla nunca, todo cuanto quiere es que le preste atención. La música está fuerte, las obras no terminan, el tráfico en guerra histérica, como cada día. Quiero que Víctor entre en la cocina, haga la cena y guarde un rato de silencio. Pero siempre tiene tanto que contar, todo cuanto sucede, escucha, observa, es una anécdota. A veces me importa el mundo un pimiento y no quiero escuchar sus interminables historias pobladas de mil detalles. Tengo hambre, estoy cansada. Quiero comer y quiero dormir. No quiero herir sus sentimientos, así que me retiro como quien no se encuentra muy bien y me echo en la cama a oscuras. Víctor viene a acariciarme, a preocuparse, a hacerme compañía. Hay momentos en la vida de una perra en los que es necesario un poco de soledad. Supongo que me senté frente a la puerta equivocada cuando Loren se fue. Echo de menos a Loren. No hablaba ni escupía ni me daba pienso, me daba comida de verdad, lo mismo que se había cocinado para él. Creo que Víctor necesita alguien con quien poder conversar. Y yo necesito un amigo. La próxima vez que tenga ganas de caminar y me lleve hasta el parque (y no sólo al árbol de la esquina), ligaré con un perro grande de ama distinguida, a ver si arreglamos la situación.



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